El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Su propio afán
LA cabeza quiere escribir un artículo y el corazón otro y quizá otra víscera menos noble (¿el hígado?) un tercero; y así no salen columnas de una pieza, si no se funde todo. Pero, paradójicamente, ante la posible fusión de Podemos con Izquierda Unida a mí se me separan las unidades. Lo haremos, qué remedio, por partes.
La cabeza se tira de ídem a la piscina de la teoría política. Los nuevos partidos venían a situarse en un eje distinto del izquierda-derecha. Pero ya no queda otro eje. Hay una ley gravitacional del viejo que lo abduce todo. Supongo que Íñigo Errejón, que apostaba por la transversalidad, estará más triste que nadie. Podemos acompañarle en el sentimiento. Aquel tablero multidimensional de la política española, tan interesante, se va perdiendo y volvemos al de siempre, con Ciudadanos acomodado en su hueco en el centro.
El corazón, en cambio, se pregunta por los de IU que hicieron de la crítica a Podemos una de sus actividades principales del último año. Estaban cargados de razones: que si el populismo, que si el personalismo, que si la frivolidad, que si la demagogia. IU era la izquierda ungida, depositaria de las esencias. Imagino los desengaños íntimos, los corazones rotos. Y me pregunto qué podrá más la afiliación o la coherencia. ¿Darán un paso adelante o atrás? Hagan lo que hagan, les pesará en el corazón.
Luego está el hígado, donde se cría la bilis. Estas fusiones exigen reorganización de las listas y barajar candidatos de uno y otro partido, lo que, en este caso, se complicaría por las diversas sensibilidades dentro de cada casa. Los otros partidos están optando por repetir listas para no abrir frentes internos. Ese flanco se le abre a la izquierda y a ver si no llega la bilis al río. Los errejonistas pueden estar nerviosos, porque a río revuelto…, problemas de pececitos.
Donde se unifica mi división es en mis dudas de que esa suma multiplique los resultados, porque habría restas. Desde la cabeza, los que votaron a Podemos encandilados por lo emergente frente a lo antiguo, andarían mohínos. Desde el corazón, algunos optarían por la coherencia, y no pondrían ni su trabajo ni su voto para lo que no les convencía ayer no más. Y desde los higaditos, ¿cuántos terminarán sintiéndose los paganos de la fusión y se les gripará el entusiasmo? Tengo una curiosidad monolítica por ver cómo resulta de rentable esta "joint venture" de los anticapitalistas.
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