En tránsito
Eduardo Jordá
Sobramos
Su propio afán
APENAS si quedan razones a Susana Díaz para persistir en su enfrentamiento sordo con Pedro Sánchez. Él ha ido sorteando obstáculos y hoy está asentado (dentro de lo que cabe). Ella ha ido perdiendo fuelle y proyección nacional. Por seguir con los paralelismos con la Khaleesi -su personaje de Juego de tronos-, Susana se ha estancado en su feudo, acosada por problemas internos. Su asalto al trono de hierro se aleja.
Los desencuentros parecen responder, pues, a la inercia. En su Empresa Política 91, Saavedra Fajardo advierte de que la amistad no se suelda. Como una espada, una vez rota, no tiene remedio, porque queda el rencor o la desconfianza. Pero añade que "esto sucede en las amistades de los particulares, pero no en las de los príncipes (…) porque la conveniencia los hace amigos o enemigos. Y, aunque mil veces se rompa la amistad, la vuelve a soldar el interés".
Si Susana y Pedro, príncipes del socialismo, no se sueldan, debe de existir otro interés. El único plausible es que Díaz quiera evitar a toda costa injerencias de Sánchez en su investidura pendiente. Pero, sea por lo que sea, ella necesitaba dar ya un golpe de audacia. Para estar en Khaleesi, tenía que soltar los dragones. Los pellizquitos de monja son muy molestos (imagino un Pedro Sánchez cada vez más harto), pero no valen para construir una corriente política sustantiva. Dejan un regusto de rencillas partidistas, sin más.
Y Susana ha soltado sus dragones, dando el golpe, al negarse a negarse a pactar con el PP. En Cádiz, Fran González ha sido aún más claro, si cabe. Ella, que se lo puede permitir porque está en una posición predominante con respecto a los populares, deja así en evidencia a Pedro Sánchez, dispuesto a pactar, contra su palabra, con los populistas; marca el territorio para su investidura; baja los humos a los hunos, digo, a Podemos; y se procura una imagen personal moderada y moderna, que necesita como el comer.
Si luego cuajara algún pacto, Susana se pondría a salvo del muy probable fiasco de los gobiernos tripartitos. Al PP no tendría que darle todas las alcaldías donde fue lista más votada, sino negociar, caso a caso y con condiciones leoninas, gobiernos como los que va proponiendo a la desesperada Esperanza Aguirre, esa Khaleesi liberal de dragones desbocados. Susana dispone de mucho más margen que la madrileña. De hecho, no necesita ni cerrar los pactos. Le basta con plantearlos.
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