Con la venia
Fernando Santiago
Quitapelusas
La quinta columna
SEGURO que a muchos de ustdes les ha pasado alguna vez. Es, desgraciadamente más frecuente de lo deseable. Verán.
Uno tiene un "amigo" (luego se explica lo del entrecomillado), que por una serie de circunstancias adversas, por una desgracia familiar, un día viene en busca de ayuda. La situación la pinta trágica, desesperada, prácticamente sin salida si no intervienes tú echando una mano o las dos.
Tú, que te crees todo y aún te consideras amigo, te vuelcas, te comprometes hasta las cejas. No importa lo que haya que hacer, se trata de ayudar a un amigo en serios apuros.
En esas circunstancias de emergencia no se te ocurre pedir por escrito lo que te piden, menudo amigo que no se fía de su "amigo" de siempre, de toda la vida, que además le ha demostrado a lo largo de muchos años que lo es. Que le conoces y sabes que es una persona de principios, de convicciones morales… Pedir algo por escrito parece una mezquindad. Ni se te ocurre. Podría hasta ofenderse y con razón. Te basta su palabra, la de siempre, por la que se han desarrollado vuestras relaciones durante tantos años, sin el más mínimo atisbo de duda.
Resulta que pasa el tiempo, que la situación no era tan dramática, que la desgracia familiar existía e incluso aún persiste, pero ya está asumida, ya es rutina, ya no tiene tanta importancia, al fin y al cabo ¿quién no tiene un garbanzo negro en la familia?…Pelillos a la mar.
Pasa un tiempo, años incluso, y aquel "amigo" que en serios y graves apuros te pidió una ayuda, un serio compromiso y al que no le negaste nada, se ha olvidado de todo, como si jamás hubiera pasado. No es que no te lo agradezca, al fin y al cabo tú no buscabas agradecimientos, buscabas ayudar a tu "amigo" sin esperar nada a cambio.
Bueno, en la mayoría de los caso la cosa queda ahí, en la falta de memoria, en si te he visto no me acuerdo, en negar la evidencia…Ya no está en aquella dramática situación.
Pero hay casos, afortunadamente los menos, en que además, el "amigo" aquel de lágrimas de cocodrilo, se vuelve contra quien le ayudó, se vuelve con saña, como haciéndole culpable de aquella desgracia, real o imaginaria. ¿Qué no se lo creen? Yo tampoco me lo creía.
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