Jaime / Rocha

Libertad ¿para qué?

La quinta columna

22 de diciembre 2012 - 01:00

Tenemos en nuestras retinas las imágenes de los veinte niños asesinados en Newtown (USA) por un joven que ha utilizado su libertad para acabar con la vida de 28 personas, incluida su propia madre.

Familia desestructurada, y una madre que, por ganarse el cariño, o al menos no el desprecio de su único hijo, le enseña a disparar, y le compra las armas que el joven quiere, con el resultado que conocemos.

EEUU pasa por ser el "país de las libertades", cuna de la moderna democracia, por leyes como la que permite que trescientos millones de armas estén en manos de ciudadanos a los que no se les ha hecho una prueba psicotécnica, o se han investigado sus antecedentes, o un mínimo de seguridad sobre el "buen uso" al que van a ir destinadas las armas en su poder.

Como contraste con lo anterior, un ciudadano norteamericano puede recibir un trato vejatorio o incluso violento por una infracción de tráfico o administrativa, es decir, la policía actúa sin mucho miramiento, sintiéndose respaldada por las leyes que tratan de imponer. He ahí las terribles contradicciones de una sociedad sin identidad, formada por emigrantes de las más diversas procedencias. Nunca han sido más que inmensamente ricos, la nación más poderosa de la tierra, el "imperio" de la era moderna.

No quiero generalizar. He tenido buenos amigos norteamericanos, he pasado largas y frecuentes temporadas de trabajo en ese país del que admiro muchas cosas, hasta con una cierta envidia, pero siempre he pensado que no sería un país unido y viable si, de repente o por adversas circunstancias, se convirtiera en un país pobre.

El dios de los norteamericanos, de la mayoría, es el dólar, por quien se mata o cometen los más execrables crímenes. Los valores éticos y morales, esos que nosotros, europeos, teníamos tan interiorizados no hace mucho, prácticamente han quedado como patrimonio de una minoría.

Escena de una película norteamericana: "¿Has disparado alguna vez un arma? Tienes que hacerlo, se siente uno el hombre más poderoso del mundo". Esa es la moral predominante, el poder, el dinero, el egoísmo llevado al extremo. Aquí, en la vieja Europa, despojada de sus valores éticos y morales, ya no nos falta mucho para alcanzar esas cotas de "libertad", menos mal que ahora somos pobres.

stats