Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
De poco un todo
Grabaron al ministro de Economía mandando muy lejos (por transcribirlo fino) y por la espalda a un periodista. No causó un especial revuelo mediático. Ahora repite la ordinariez la secretaria de Estado adjunta de EE.UU. para Asuntos Europeos, Victoria Nuland, que ha mandado más o menos a lo mismo, sí, pero -para que se note el poderío- a toda la Unión Europea, ea. Y sólo se habla de su inoportunidad política. Al hilo del paseíllo de la Infanta, he recordado aquellas chanzas y palmotadas del Duque de Palma con su título.
El comentario magistral de todo esto ya lo hizo el Conde de Maistre, que hacía más honor a su título y a sus palabras: "Toda degradación individual o nacional viene inmediatamente anunciada por una degradación rigurosamente proporcional en el lenguaje". Es lo que estamos viviendo y me alarma mucho lo poco que nos alarma, como si nos pareciese corriente.
La degradación, además, parece focalizada. ¿La famosa erótica del poder no era más que una pornografía vulgar? Qué fijación con "tomar por culo", "que se jodan" y "em... palma... do", dicho sea con perdón (y vergüenza ajena).
Eran conversaciones privadas, ya; pero pasa lo de aquél que saludó con un tremendo costalazo en la espalda: "¡Hola, Alberto!... Huy, perdón, no eres Alberto", y el otro gime: "Ni aunque lo fuera…, ni aunque lo fuera…" Esta gente saca en privado todo lo que lleva dentro.
A lo lúbrico, se suma lo impúdico. El ministro de Economía de un Gobierno que nos fríe a impuestos manda a tomar por ahí al que le preguntó por una subida fiscal, en lugar de empatizar un mínimo, de compadecernos algo. La otra, lo mismo con toda Europa, o sea, con el ámbito completo de su responsabilidad. Y el otro tío con la ciudad cuyo título ostenta. Hay, de fondo, demasiado desprecio.
Antes de tirar la piedra, que no es más que piedra pómez, me froto con ella la lengua, como en los viejos tiempos: por lo que se me pudo escapar alguna vez. Y me propongo afinar más y seguir, por supuesto, contra viento y marea, educando a mis hijos, riñéndoles cuando digan palabrotas, a pesar del pésimo ejemplo de las elites y de que les estaré chafando, como avisa Su Tung Po, su porvenir: "Todos desean un hijo inteligente. ¡Qué poca/ experiencia la suya! Yo lo prefiero/ adulador, estúpido, ignorante…/ Así será feliz. Y, si se empeña,/ puede que hasta ministro". Hay cosas más importantes, hijos míos, que llegar a ministro.
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