Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
de todo un poco
RAJOY siempre se lanza raudo a la inacción. Vale, ha regulado mucho, más que nada en Hacienda, y bien que lo notan nuestros bolsillos, pero no ha cumplido sus promesas. Ante el desafío separatista está respondiendo como suele, con su talante propio, que él también tiene uno, ¡faltaría más! El talante de Rajoy es hacerse el sueco. Ni se va a dar por enterado del proyecto de declaración de soberanía de Cataluña ni quiere saber nada del incumplimiento sistemático de la Ley de Estabilidad Presupuestaria.
Cierto que, en principio, mejor para la libertad de la gente que los gobiernos no hagan demasiado. Por lo de Machado: entre hacer las cosas bien y hacerlas mal, está el justo medio de no hacerlas. Y también, porque el tiempo solo -a veces tiene razón Rajoy, reconozcámoslo- puede acabar caducando los problemas. Por contra, hay dos agravios comparativos que deberían poner en marcha ya mismo al Ejecutivo: el que para subir impuestos y bajar sueldos no les ha crecido la hierba bajo los pies y, sobre todo, que, cuando un humilde particular se salta una ley o un reglamento, no hay piedad. Con los políticos, y más si nacionalistas, todo son remilgos. La ley en España cae encima del más débil siempre.
Para desempatar este 2 a 2 de razones contrarias, una tercera a favor de la acción: a los gobernantes no se les paga para verlas venir como rentistas. Si no dan palo al agua cuando baja turbia, ¿por qué no ahorrárnoslos? Y tampoco hay que olvidar lo esencial, aunque a ellos se ve que no les pesa: juraron guardar la ley y hacerla guardar, no aguardarla.
Con la Constitución, lo mismo. Hay atractivos argumentos a favor de una constitución no escrita, a la inglesa, que sería el equivalente a Rajoy, presidente pasivo. Pero la nuestra es escrita, por más que el Constitucional borre y reescriba, y no es serio que se la convierta en una presencia fantasmal, como el padre de Hamlet, que vaga por las torres brumosas del castillo.
La política de evitar el enfrentamiento a toda costa, encomendándose por lo bajo a Duran i Lleida, y dejando que Mas se estrelle, mientras el presidente hace de don Tancredo con la mano tendida, para un Rajoy con tanta tendencia a tenderse, es tentación irresistible. Puede salirle bien, sí, pero a la larga creo que lo empeorará todo; y estoy seguro de que así no se transmite la idea de que el país funciona. Se diría que la única ley vigente es la de Murphy.
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