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LA pereza mueve el mundo; así que la más poderosa tentación del columnista, aprovechando la repetición de las elecciones, será hacerse marmotófilo. Esto es, meter la marcha atrás y publicar, uno tras otro, los mismos artículos que sacó desde que empezó la precampaña en otoño del año pasado. Tirando del "efecto día de la marmota" puede echar fuera seis meses de trabajo como quien no quiere la cosa. ¿No se trata de una repetición? Fíjense en la plaga de marmotas que invade los análisis de la prensa y la radio. Por reacción, van surgiendo los marmotófobos, que están ya exhaustos de la metáfora marmotil.
Yo recurriré a las marmotas, aunque para ahuyentarlas. Porque, en realidad, la rutina es un mito. No existe el día de la marmota. Tanto para el ciudadano que pretenda entender lo que pasa como para el político que no quiera que el aburrimiento le arrebate el interés del respetable, será fundamental sacar a la marmota de su jaula y achucharla un poco para que despierte y se pierda por el campo de una vez.
Se puede practicar muy bien en la vida personal. La rutina pretende enseñorearse del día a día, pero no tiene más armas que la apariencia y la sugestión. Como una apertura de ajedrez muy memorizada, mi mujer y yo tenemos una conversación casi idéntica todas las mañanas desde hace quince años: "Qué sueño", "Estas horas no son buenas", "Mañana nos tenemos que acostar más temprano", "Me espera un día tremendo", etc. Nos recitamos cada día el mismo poema (una albada); pero, en los leves matices de voz, en las pequeñas variaciones temáticas, se adivina la particularidad de cada jornada, que irá in crescendo. No reciclaré mis artículos políticos para dejar espacio en los nuevos a los matices. Quizá ningún partido se atreva a hacer demasiadas innovaciones en campaña o incluso puede que pretendan, como Iglesias con su retórica antisistema o Rajoy con el fútbol, ponerse los primeros en la manifestación del hartazgo de la política… para capitalizarlo políticamente. Pero lo que hay de fondo es muy diferente a las últimas elecciones, y lo será cada vez más.
Para los marmotófilos que no terminen de ver clara mi defensa de la novedad irremediable, una paradoja. La rutina es, en sí misma, una originalidad. El aburrimiento y el déjà vu serán factores insólitos, fascinantes y decisivos de la próxima campaña. Seguiremos cómo los gestionan nuestros políticos con un inusitado interés.
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