La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Su propio afán
PARA un feroz hipocondríaco felizmente casado, es música celestial el estudio realizado por el Departamento de Economía e Historia Económica de la Universitat Autònoma de Barcelona que ha revelado que el matrimonio tiene efectos positivos sobre la salud. Uno se apresta a leerlo, subrayador en ristre. Y se lleva un chasco.
El estudio se ha hecho en Estados Unidos, lo cual, por una parte, extraña en un departamento de la Autónoma de Barcelona y, por otra parte, estropicia los datos. Una de las dos causas aducidas es que el matrimonio aumenta las probabilidades de tener un seguro médico. Factor, desde luego, fundamental en USA, pero no aquí, donde nuestra Seguridad Social atiende a todos sin diferencias esenciales. ¿Y el otro factor? Otro jarro de agua fría. Consiste en que el cónyuge insiste en que hay que cuidarse. O sea, el Pepito Grillo como bálsamo de Fierabrás.
A esas alturas de la lectura, yo ya me hacía la pregunta fundamental que nos enseñó Josep Pla: "Esto, ¿quién lo paga?" Porque a los investigadores Nezih Guner, Yuliya Kulikova y Joan Llull se les podía haber exigido un poco más de iniciativa. Los datos, tan sugestivos, están ahí. Las personas casadas gozan de mejor salud. Sí, muy bien, ¿por qué? Estos científicos se limitan a los seguros médicos, a los consejos conyugales de dejar de fumar y a constatar que la diferencia se aprecia a partir de entre los 40 y los 50. ¡Pues claro, cuándo se van a notar! Antes los problemas de salud apenas existen.
Un estudio serio tendría que haber descartado, primero, el factor espartano. Ya se sabe, eso de dejar a los bebés a la intemperie, para criar sólo a los más fuertes. Tal vez los débiles y sensibles se divorcian antes, sencillamente. No aguantan. Una vez aclarado ese extremo, habría otros mil aspectos apasionantes que sopesar.
Por ejemplo, ligar. Recuerdo mis esfuerzos de juventud y eran extenuantes, inseguros, caros, interminables y provocaban insomnio y depresión. Ir de fiesta, tomar bebidas largas, hablar bajo la música, sudar en discotecas tampoco se antoja demasiado sano. Los solteros comen más fuera de casa y en casa comen precocinados, ¿no tendrá algo que ver? Y luego están los gimnasios, menos frecuentados por los casados, y poco saludables a medio plazo. La vigorexia mata. Se ha perdido, en fin, la oportunidad de arrojar una luz amable sobre el matrimonio, con la falta que le hace, en estos tiempos.
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