Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Su propio afán
GALLARDÓN tuvo su gesto gallardo cuando dimitió por el aborto, y le aplaudimos. Pero la cabra tira al monte, y vuelve al pasteleo, que es postureo. Ha dicho que los tuits del concejal Soto que le deseaban muerte por guillotina no tienen importancia: pelillos -con cabeza adosada- a la mar. El complejo de nuestra derecha es tal que, por posar de revolucionarios, pasan por la guillotina.
¿Recuerdan el poema atribuido a Bertold Bretch: "Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. […] Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí"? Se le podría hacer una variación oportuna: "Primero vinieron a por mí y yo no hablé porque era mucho más guay poner una sonrisita de superioridad comprensiva. Después, exaltados por mi exquisita tolerancia, fueron a por otros…" La defensa personal es un ejercicio de solidaridad.
Un señor que, además de ministro de Justicia, fue fiscal, si le amenazan, tiene que poner el asunto en manos de la policía; sin alterarse, de acuerdo, pero sin trivializarlo. Las víctimas del franquismo no excusan las ofensivas declaraciones de Rafael Hernando, y hacen bien. A menudo un gran paso para la humanidad es poner pie en pared. Cierto que Irene Villa también ha excusado las ofensas impresentables del concejal Zapata diciendo que ella se ríe mucho de esas cosas y que su broma preferida es cuando la llaman "la mujer explosiva". A Irene, en cambio, la comprendemos. Cuando uno ha sufrido tanto, su prioridad personal es perdonar. Pero para algo están, nuevamente, los fiscales. Nuestro subdelegado del Gobierno, Javier de la Torre, hace muy bien en investigar las nostalgias del GRAPO, nada menos, del concejal puertorrealeño Pontones.
Otro condescendiente es el cardenal Osoro. Hombre de dulces sentimientos, llamó enseguida al viudo de Pedro Zerolo para darle su más sentido pésame. Telefoneará a todos los viudos y las viudas de Madrid, supongo, no sólo a los más mediáticos. Qué bueno es. Pero quitarle importancia al asalto de la capilla de la Complutense y a los gritos de "Arderéis/ como en 36" o "El papa no nos deja/ comernos las almejas", es, quizá, excesivo. Si la cuestión está en el juzgado, aunque perdonemos por dentro, no nos entrometamos. Que el Estado de Derecho funcione. También por esos muchachos, que han de aprender a controlar su lengua (y su mente). Es mejor ser peores.
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