Cambio de sentido
Carmen Camacho
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Su propio afán
DE la bajada de impuestos de Mariano Rajoy todo el mundo dice lo mismo, menos Pedro Sánchez que, por necesidades del guión, tiene que criticarla. Y yo lo digo igual: que, aunque sea mínima, menos da una piedra y que será una medida muy electoralista, como todo lo que hacen unos y otros, pero benditos electoralismos cuando nos echan una mano.
Decíamos ayer que para leer lo que usted ya sabe y dice, usted no hace el gasto, como es lógico. Así que añadiré una sensación personal y una interpretación arriesgada. En principio, esta bajada de impuestos adelantada al calendario previsto quiere demostrar de forma contante y, sobre todo, sonante que la economía va bien. "¿Qué no se nota en los bolsillos la mejora de los índices macroeconómicos?", tiene que haberse preguntado alguien empático del equipo de Rajoy, y se ha contestado: "Pues hagamos que se note directamente bajando un impuesto directo, valga la redundancia". Esto se sabe. Como que la medida responde a cierta inseguridad de Rajoy, que siente el aliento de la alianza Podemos-PSOE en el cogote. Todos están de acuerdo en ese temblor que recorre el aparato del PP, y muchos sostienen que el hecho de que al Gobierno se le vean tan claras las intenciones electoralistas y los terrores políticos desvirtúa y descafeína la medida.
Y aquí arranca mi reparo y mi pequeña aportación. El miedo que tanto se le nota al PP va a serle muy útil. Por dos motivos. Teniendo en cuenta que el grueso de su estrategia es una apelación al voto del miedo, que se le vea asustado hará su discurso mucho más creíble. En su Arte Poética Horacio aconsejaba al poeta que si quería que hacer llorar, tenía que llorar primero: «Si vis me flere, dolendum est primum ipsi tibi». Traducido al arte político: si Rajoy necesita que el votante conservador se asuste, tiene que atemorizarse antes y que se le note. Y se le nota. ¡Si hasta baja los impuestos…!
El segundo motivo se quiebra de sutil, pero ahí va. Del miedo, más que de nada, puede decirse lo de mal de muchos, consuelo de todos. Abochorna andar asustándose; pero si el votante medio percibe que el mismísimo presidente, con lo que manda un presidente y los datos que maneja, anda amedrentado, se siente animado en su miedo, digamos, y dispuesto a dejar de disimularlo. Los miedos a medias pesan menos y asustan más. No sugiero que Arriola ni Rajoy hilen así de fino, pero esta vez les ha sonado la flauta.
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