Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Tribuna de opinión
Hace unos días, durante la celebración de entrega de los Premios Goya del Cine Español, toda la España televisiva se quedó muda, absorta, ante esa voz que surgía de la garganta de Rosalía. La cantante, inspiradora de un nuevo estilo de música innovadora entre el flamenco y el hip hop, provocó un silencio primero y un estruendo de aplausos después de su interpretación de la versión Me quedo contigo. La joven cantante se hizo famosa por su canción Malamente. Probablemente, en ese mismo momento, alguna mujer investigadora, en su laboratorio, permanecía en silencio ante un microscopio esperando ese momento en el que, ¡¡por fin!!, la ciencia le diera ese resultado de investigación que le faltaba para publicar el artículo estrella de su tesis doctoral. Nada tiene que ver Rosalía con nuestra anónima investigadora, salvo que las dos son mujeres, las dos son jóvenes, las dos son innovadoras y las dos triunfaron en la noche, pero... solo una saltó a los medios de comunicación, con justicia a decir verdad.
El 11 de Febrero, celebramos el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Este día, promueve la realización de actividades encaminadas a visibilizar la labor de las científicas, a fomentar vocaciones científicas entre las niñas y jóvenes y a contribuir a cerrar la brecha entre hombres y mujeres en la ciencia. Los datos son contundentes, en las aulas universitarias existe paridad, es decir la proporción de hombres y mujeres cursando estudios de grado y master es similar (exceptuando las ramas de ingeniería y arquitectura donde aún el porcentaje de hombres es mayor), y también nuestro país se puede enorgullecer de que existe paridad en el número de alumnos que realizan el doctorado. Es decir, en la base del conocimiento parece que hombres y mujeres tenemos la misma tasa de éxito. Sin embargo, cuando subimos en el escalafón científico la brecha se va abriendo progresivamente ya que el 40% de ellas son profesoras titulares y solo el 20% de las mujeres son catedráticas de Universidad, el máximo rango alcanzable.
Estos datos de la Universidad española se trasladan fácilmente a otras instituciones científicas del país como son el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) o el Centro de Investigación Biomédica en Red del Instituto de Salud Carlos III del Ministerio de Sanidad. Por ejemplo, quien suscribe este escrito pertenece al CIBER de Salud Mental (CIBERSAM) que constituye una Red de Investigación del que forman parte grupos de investigación principalmente localizados en hospitales y universidades de diferentes puntos de nuestro país. Este conglomerado cuenta con 24 grupos de investigación y solo 2 de ellos están liderados por mujeres. Uno (y una) podría pensar que este es un problema que nuestros compatriotas europeos ya han superado o al menos presentan mejores números, pues la verdad es que no. Es decir, estamos en la media y en algunos datos incluso mejor. Esto nos debería llevar a pensar que estamos ante un problema global y que el llamado “techo de cristal” existe de verdad y es un freno real en la progresión de la carrera académica y científica de las mujeres.
Reflexionando sobre este asunto, lo primero que viene a mi mente son las diferentes dimensiones que hay que tener en cuenta en este problema, principalmente la educación y en segundo lugar la responsabilidad que tenemos todos, hombres y mujeres, para solucionarlo. Por un lado, las niñas en general experimentan cierta “indefensión aprendida” para enfrentarse a ciertas materias. Es decir, por algún motivo han interiorizado que eso “no es para ellas” y por tanto pierden la motivación hacia ciertas ramas del conocimiento. Lo que no es en absoluto cierto, porque motivación y capacidad hay y de calidad. La clave está en el estímulo, en la mentoría y en la visibilidad de los logros de las mujeres científicas. Se puede ser mujer, científica y feliz. Me permito hacerle una pregunta al lector (o lectora): ¿cuántas mujeres científicas conoces?.
Es más difícil querer algo que se desconoce y en esta labor de hacernos visibles estamos trabajando desde hace algunos años con la ayuda de los medios de comunicación y las instituciones públicas y privadas, como la Sociedad Española de Neurociencia con su Comisión de Neurocientíficas donde participan hombres y mujeres.
Al hilo de esta reflexión, voy a abrir la caja de los truenos y añado un componente más: la maternidad. Así que voy a volver a escribir mi frase anterior: se puede ser mujer, científica, madre y feliz pero la verdad es que es difícil actualmente o al menos creo que es más difícil que para nuestros compañeros masculinos. La maternidad es un momento que vivimos como todas las mujeres pero además con la idea de que vamos a perder o enlentecer nuestra productividad científica. Esta pérdida, será aun mayor si además nos enfrentamos a problemas de fertilidad (cada vez más frecuentes) o si nuestro hijo o hija (o hijos o hijas) sufren alguna enfermedad, o trastorno por poco o muy grave que sea o tiene necesidades especiales. Ese tiempo que estás de baja maternal dejas de impartir clases, de realizar tu trabajo investigador situándote en inferioridad de condiciones a la hora de acreditarte, por ejemplo, por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA). Superar esta evaluación es imprescindible para poder concursar a una figura contractual en la Universidad (por ejemplo: profesora titular o catedrática de universidad). En este sentido, los programas financiadores de la Unión Europea conceden 1,5 años extra por cada hijo para concurrir a determinadas convocatorias. Todas esperamos que el reciente Real Decreto del Gobierno Español del pasado 8 de Febrero se desarrolle en esa línea.
Otra de las medidas fundamentales sería la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos para los dos progenitores, al menos en términos de baja por maternidad/paternidad. Esta debería ser obligatoria y de la misma duración para ambos. Así, quizás las mujeres investigadoras, profesoras o no, nos daremos cuenta de que nuestros hijos también pueden estar perfectamente cuidados y atendidos por el otro progenitor. Podemos y debemos ir a cursos, de estancia, congresos, etc. No hace mucho tiempo, estando en un congreso comentaba con una compañera que estaba en la misma situación que yo, es decir había dejado a sus niños pequeños en casa por primera vez, y… ¡qué sorpresa!, nuestros hijos estaban perfectamente sin nosotras. Es decir, este concepto de superwoman que nos han vendido y que hemos comprado debemos ir cambiándolo entre todos. Esa sociedad que desplaza al hombre del cuidado de los hijos, no nos hace ningún bien.
Esta desigualdad tiene importantes costes también para nuestra sociedad. Por ejemplo, existe menor conocimiento de la sintomatología específica de algunas enfermedades en las mujeres, a lo que se ha denominado Síndrome de Yentl. Por ejemplo, los síntomas del infarto de miocardio en mujeres no se suele producir con dolor en el pecho e irradiación al brazo izquierdo. En ellas se suele manifestar con náuseas, vómitos, dolor en el centro de la espalda y en la mandíbula, esto hace que la atención sanitaria sea más tardía y su pronóstico actualmente es peor que en hombres. Más aun, la experimentación básica que es aquella que precede a los estudios en pacientes, se realiza casi exclusivamente en machos aun cuando la enfermedad a estudiar sea más prevalente en hembras. Por ejemplo, la depresión mayor o los trastornos por ansiedad son mucho más frecuentes en mujeres que en hombres.
Lo mismo ocurre con los estudios farmacológicos a este nivel, los estudios de eficacia y seguridad de los fármacos a nivel preclínico se realizan fundamentalmente en machos. Seguro que en este momento hay algún lector que piensa que estos científicos y científicas son unos insensatos. Algo de razón no le falta pero hay que apuntar que el planteamiento de investigar de manera diferenciada implica el doble de tiempo y esfuerzo económico. Sin embargo y afortunadamente esta tendencia ha empezado a cambiar. La presencia de mujeres en la toma de decisiones en ciencia y en general en el ámbito docente universitario ha ayudado y ayudará a corregir estas situaciones. Por ejemplo las agencias financiadoras de la investigación a nivel europeo (Horizonte 2020) y estadounidense (NIH, NIDA) recomiendan explícitamente la incorporación de la evaluación de las diferencias entre hombres y mujeres en los proyectos que se presenten. En España, ya vamos por ese camino.
En definitiva y como conclusión, nos podemos aventurar a decir que... a las mujeres en ciencia, a las mujeres investigadoras, nos va regular, “malamente” que diría Rosalía, pero la ciencia es creatividad, es cambio constante, es el presente y será el futuro. Por eso y por muchas cosas más... yo le digo a la ciencia... “me quedo contigo”.
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