Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Su propio afán
NO le gustan los piropos a Teresa Rodríguez; y yo, entonces, punto en boca. Nos lo advertía el sábado en un artículo en El Mundo. Por lo visto, lo pasó fatal de tanto como la piropeaban hasta que llegó a la Universidad y descubrió el feminismo, que supuso un cambio radical en su vida. No exagero. Copio: "Me sentí como Neo en Matrix. […] Las feministas me hicieron más sabia y más feliz". Me alegro por su felicidad y porque, siendo una de nuestras legisladoras, mejor cuanto más sabia. Ojalá deje a Solón en pañales.
Yo tampoco soy un fanático de los piropos, al menos en su versión más castiza, esto es, a desconocidas, al paso y a voz en grito. Así es fácil saltarse el límite del buen gusto y resulta imposible saber si a la dama le agrada o no, que es lo esencial. A pesar de mi reticencia, reconozco que son, a veces, bonitos y he oído muchos que iluminaron una sonrisa agradecida en la destinataria (que la hacía más hermosa aún).
Pensemos en Gil Vicente cuando suspiró esta delicia: "Digas tú, el marinero/ que en las naves vivías,/ si la nave o la vela o la estrella/ es tan bella". Y en los de Romeo a Julieta: ¡qué catarata! Y en tantos más. Sé que arrimo el ascua de la poesía a la sardina del piropo, pero si se leen con la pasión adecuada, cuántos versos de amor son eso: piropos. Y viceversa.
El rechazo, pues, no puede ser tajante. Sería absurdo imponer una ley mordaza que acabaría interfiriendo con cuestiones tan vitales para la continuidad de la especie y su felicidad como el cortejo y la galantería. La imprescindible autorregulación pasa por un fortalecimiento de la delicadeza, por acabar con la visión utilitarista de los cuerpos y por dejar atrás la jaleada rivalidad entre sexos, con su alargada sombra de violencia latente. Me preocupa, por tanto, que la solución que proponga alguien tan sabio como Teresa Rodríguez sea: "Míralos de frente como diciendo 'dime algo si tienes cojones'"
"Cuanto más feminista soy, menos me piropean", añade, y no me extraña, no porque ella no se lo merezca, ojo, sino en vista de lo que dice con la mirada. Lo extraño es que no parece haberse liberado de la necesidad de ser piropeada, aunque ahora ella se lo dice todo. "Y es evidente, estoy más buena que nunca", remacha en su artículo de El Mundo. ¡Tanto Neo en Matrix para acabar en lo de siempre! Yo -que no lo haré, porque a ella no le gusta- habría sido más delicado, menos explícito.
También te puede interesar
Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
La evasiva geopolítica
Yo te digo mi verdad
Manuel Muñoz Fossati
Un mundo de patriotas
El pinsapar
Enrique Montiel
Generales y mentiras
Lo último