Enrique / García / Máiquez /

Nerva se enerva

Su propio afán

04 de febrero 2016 - 01:00

LE soy muy devoto a Santa Rita, la santa de lo que se da no se quita. Si hacen doctor honoris causa o dan un premio a alguien famoso (eso siempre) y el premiado, al cabo del tiempo, rompe en sinvergüenza, no se le debe quitar el honor, sostengo, sino dejarlo ahí, a la vista, para que a la próxima se lo piensen dos veces antes de premiar al exitoso o al poderoso de turno. Una pequeña placa diciendo quién propuso, quién aprobó y quién dio ese homenaje sería medida de sobra de memoria histórica, sin necesidad de meter piqueta a ningún monumento ni ir por ahí deslegitimando hijos adoptivos.

Comprenderán ustedes que, con esta teoría general, no pueda sino reírme cuando los que retiran honores, placas, monumentos y homenajes se pasan, encima, de frenada, y quedan en total evidencia. Le ha pasado al Ayuntamiento de Madrid, que tanto ha corrido a retirar una placa conmemorativa del salvaje fusilamiento de ocho novicios carmelitas (de alrededor de 20 años todos) en los primeros días de julio del 36. La placa estaba en un cementerio privado, pero eso es, a estas alturas, lo de menos. Lo de más es que con su sobreactuación han recordado a la sociedad española cómo se las gastaban los que ellos llaman "suyos". Han refrescado la memoria histórica, vaya.

A la vez, en Nerva (Huelva), han quitado a Arcadi Espada un premio que le dieron. El premio no era el Nobel, pero aun así al escritor le haría una ilusión íntima porque lo daba el pueblo de su padre. Pero, por lo visto, Nerva se ha enervado, en los dos sentidos de la palabra: el debilitamiento y el nerviosismo extremos. Con el chusco agravante de que el mismo alcalde, ¡el mismo!, que otorgó el premio lo quita. Con razones, por cierto, idénticas. Se premió a Espada por su reconocido prestigio en las redes sociales y se le despremia por su supuesto desprestigio en las redes sociales, esto es, por su carácter polémico, que fue lo que le dio el prestigio original. A todo lo cual, el PP se abstiene.

Miguel d'Ors en su poema "Siete motivos para desear que no me dediquen una calle", dice en su punto tercero: "porque mi imaginación/ ya está asistiendo al pleno en que otro ayuntamiento/ aprueba echar abajo mi memoria/ para sustituirla por sabe Dios cuál otra/ más políticamente fotogénica./ Ahorrémosle trabajo a los ilustrísimos". Sin embargo, a veces el despecho de la piqueta, viniendo de según qué ilustrísimos, es un honor más alto.

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