Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Su propio afán
LA propuesta de Anna Gabriel, de la CUP, de parir y educar a los niños en comuna, estilo tribu, "como en otras culturas", está dando lugar a incontables comentarios jocosos. La sugerencia se sostiene regular, porque parir solidariamente es complejo. Ser espectador no es parir, os lo digo yo; y no se me ocurre otra manera de que la comunidad participe en el alumbramiento que no sea el corro de la patata. Lo de educar sospecho que también lo entiende en sentido lato. A la idea de Gabriel (Anna) no hay que darle más entidad que la que le otorga ella: cuando la suelta, se le escapa una risita tonta, con perdón, como se ve en el vídeo. La frivolidad del pensamiento utópico de la nueva política es un factor que no estamos tomando en serio. Su falta de fundamentos es fundamental. "Esto será polémico", anuncia, con la satisfacción del deber cumplido, porque eso le basta: el lío en las redes.
Que le interesa porque da presencia mediática y porque nos distrae del meollo, que es el ataque constante por tierra, mar y disparate a la familia tradicional. Si lo que dice de ella se dijese de cualquier otro tipo de unión, conjunto, consorcio, asociación, experimento o entente, saltarían todas las alarmas de la intolerancia. A la familia clásica Anna Gabriel la ve presa de una "lógica perversa", literalmente. Y no sé qué le parecerá peor, si la perversidad o la lógica. La propiedad tampoco le gusta: le espanta el sentimiento de pertenencia que acompaña a la familia nuclear. ¿Quién nos iba a decir que asistiríamos a este revival del "¿Nuclear? No, gracias"? La familia da lugar a hijos muy conservadores, por lo visto, aunque no sé, entonces, de dónde habrán salido todos los progres que disfrutamos ahora. Pero ese conservadurismo es algo que a Anna Gabriel ve y que la desasosiega. Lo del colectivismo familiar se justifica no tanto por las virtudes inherentes al modelo propuesto como por los vicios del que se socava.
La extravagancia no es más que la punta de lanza (tribal) de una vasta tendencia que pone a la familia en el centro de la diana. Niños y borrachos dicen la verdad, y hay que sumarles a los ultras. Anna Gabriel trasluce la razón: el rechazo a una cultura que es la nuestra. El paquete, encima, viene cerrado con el lazo del adoctrinamiento, porque, si no, esto no convencería a nadie. Natural reírse, sí; pero después de preocuparnos. La propuesta es tonta; la rabia, real.
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