La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
DE POCO UN TODO
THE New York Times ha intentado cortarnos el punto. Defiende en un artículo que el triunfo de nuestra selección de fútbol le daría oxígeno a Zapatero. Automáticamente un amigo se ha puesto a animar a Inglaterra con todas sus ganas. Como Franco es el español del momento, en vista de todo lo que se habla de él, han afirmado en el NYT que ZP está imitándole al apoyarse en los éxitos futbolísticos para mejorar su imagen. Qué cosas hay que leer y quién le iba a decir a nuestro presidente (ni a nadie) que acabarían comparándole con nuestro dictador. ¡Tanta memoria histórica para esto!
Hay quien replica que el NYT ha mezclado churras y merinas, el deporte y la política. Pero el deporte tiene, en efecto, hondas implicaciones políticas. Ya los griegos dieron a sus Juegos Olímpicos un carácter nacional y, todavía más, sagrado. Que los españoles nos sintamos unidos por unas semanas y, si puede ser, nos llevemos una alegría compartida sería un servicio impagable que prestarían nuestros futbolistas de élite a su nación, apática, troceada, empobrecida y cabizbaja por los separatismos y otras torpezas.
Sin embargo, lo que el NYT demuestra no tener claro es que una cosa es la nación y otra Zapatero, que a menudo se mostró muy despegado de la primera. Una victoria en el Mundial al presidente no iba a aprovecharle, tranquilos. Su divorcio exprés con el electorado parece irreversible. Para empezar, porque, aunque desde Nueva York lo obvian, la madurez democrática española ya nos da para separar los triunfos de nuestro deporte de los tropiezos en la gestión del gobierno de turno. Además, en cualquier caso, las alegrías duran poco en casa del pobre y los españoles estamos cada vez más tiesos. Si se ganara el Mundial en julio, que ojalá, a finales de agosto, para la vuelta de vacaciones, habríamos olvidado la euforia, y, en cambio, las bajadas de sueldo, la subida de la luz, los impuestos crecientes y los recortes continuos se habrán ido amontonando sobre nuestras cargadas espaldas. Prepárense para el otoño: la huelga general será lo de menos.
Por último, las tácticas del presidente para ganar elecciones han consistido siempre en tensionar a la sociedad (se lo confesó a Gabilondo, ¿recuerdan?) y dividirla en buenos y malos, pobres y ricos, modernos y carcas, laicos y fundamentalistas… Una victoria de la selección produciría una alegría común en toda España, o sea, algo que a Zapatero le da alergia. Los zapateristas, si quedan, negarán esto último. Pues mucho mejor: así pueden animar a la selección mano a mano con los críticos y los hartos del Gobierno. Todos juntos por una vez: oé, oé.
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