El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Su propio afán
PABLO Iglesias ha tenido a la vez gracia y mala idea al llamar la atención sobre la posible "Operación Menina". Estarían involucrados el PP y Ciudadanos, y tendría como objetivo ofrecer la presidencia del gobierno a Soraya Sáenz de Santamaría. Los hechos permiten la hipótesis. Le dan visos de credibilidad las 1.400 banderolas publicitarias de Madrid donde la presidenta sale asombrosamente favorecida; la supuesta antipatía de Albert Rivera por Rajoy y, por último, la presencia de Soraya en el debate de los candidatos.
Sólo con esos visos basta. Porque lo que de verdad vale es el título que ha inventado Iglesias: "Operación Menina". Parece del añorado escritor barcelonés Néstor Luján: es un golpe maestro y múltiple. Están las hechuras y el estilo de Sáenz de Santamaría, a la que el mote de "Menina" le viene como anillo al dedo, siendo una síntesis de la infanta Margarita y de Mari Bárbola.
No se agota ahí el acierto. Evocando Lasmeninas, se invoca una aguda teatralización del poder, con juegos de espejos y puertas de atrás. Y se hace recaer sobre Rajoy un halo de rey pasmado con tendencia al hieratismo, al prognatismo y al absolutismo. Tampoco se salva de la quema de las asociaciones subconscientes Albert Rivera, que, subsumido en la "Operación Menina", adquiere aires de cortesano (que es justo lo contrario de un ciudadano), como un reflejo de María Agustina Sarmiento de Sotomayor, que ofrece agua a la infanta, con una reverencia, en un búcaro de arcilla perfumada.
Iglesias no se libra de cierto efecto bumerán de su acerada metáfora. Contagiados del mundo de Velázquez, ¿no se nos presenta como uno de los enanos de la Corte capaces de cantar las verdades del barquero? Pero no sale malparado de esa asociación, claro, pues se arrima a los humillados y ofendidos. El puesto de Nicolasito Pertusato, dándole, puñetero, la patadita al perro, parece más apropiado, en cambio, para Íñigo Errejón, ¿no?
Simbolismos y sugerencias explicados, también está lo obvio. Iglesias, con la denuncia, reclama para sí la fuerza de romper la dinámica cortesana, ya que Pedro Sánchez sería, como mucho -estirando los paralelismos-, un Juan Nieto, aposentador de la reina, al fondo, en la penumbra. No sé si la ocurrencia acarreará muchos votos a Podemos, o si el pueblo prefiere cosas más directas y simples en la tele, pero hay que reconocerle a Iglesias la audacia de una maledicencia de empaque.
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