La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Su propio afán
Hoy en Cádiz y mañana en Jerez, Gregorio Luri dará sendas conferencias sobre la familia. Para llegar entrenado, he vuelto a su libro Elogio de las familias sensatamente imperfectas. Explica que no hace falta ser padres perfectos para ser ejemplares, aunque se le escapa la historia de una madre perfecta. La de Benjamin Carson, jefe de neurocirugía pediátrica en el Centro Infantil Johns Hopkins.
"Su madre era una empleada doméstica que se dio cuenta de que la gente de éxito pasa mucho más tiempo leyendo que mirando la televisión. Así que decidió que sus hijos sólo verían tres programas semanales y que en su tiempo libre leerían libros de la biblioteca pública. […] Tenían que entregarle un comentario por escrito, que revisaba en silencio con gran interés, subrayando alguna palabra o poniendo alguna marca en los márgenes. Años más tarde, Benjamin Carson descubrió que su madre no sabía leer. […] En el instituto perdió durante un tiempo el interés por el estudio. Prefería ser un chico popular. Se quejó a su madre porque no le compraba ropa de marca. Ella respondió: "De acuerdo. Te daré todo lo que gano cada semana fregando suelos y limpiando baños, y tú nos comprarás la comida y pagarás las facturas. Con lo que te quede, podrás comprarte lo que quieras". A Benjamin le pareció muy buena propuesta, pero después de comprar lo imprescindible, no le quedaba un céntimo. Entendió los equilibrios que tenía que hacer su madre para comprar la ropa que llevaba y volvió a estudiar duro. "Mi historia -concluye Carson- es la historia de mi madre, una mujer con escasa educación formal, pero que me enseñó que no hay tarea más importante que la de hacer de padres"».
Luri narra la historia sin corolarios, pues no hacen falta. Yo divago sobre el alma, capaz de construir sobre nuestros defectos y de hacer fructificar los ejemplos. Si Carson no hubiese tenido la ambición y la vanidad de ser popular quizá le habría faltado otra motivación para acabar siendo un prestigioso cirujano, con lo que eso viste. Por otra parte, la madre no sólo le transmitió el afán de mejorar, sino una atención muy perspicaz a los procesos mentales de la infancia. ¿No sería la semilla de su vocación?
Nuestros defectos, bien encauzados, y las virtudes de nuestros mayores, bien escogidas, forjan nuestro futuro, que no está sólo en nuestras manos, sino en las de quienes más nos quieren. Luri lo explica de maravilla.
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