La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
DE POCO UN TODO
CUÁNTO prohíben los del Gobierno, tan mayo del 68 como presumen que fueron. Aquel legendario movimiento se resumió en eslóganes celebérrimos como La imaginación al poder o Prohibido prohibir. Pero ahora, ya en el poder, a éstos sólo se les ocurre ilegalizarlo todo. A ver si lo que estaba debajo de los adoquines de París, en vez de la playa, era el totalitarismo…
La lista de noes con que nos avasallan es apabullante. La de circular a más de 110 km/h es la última de una larga serie. Dejando aparte el coercitivo discurso de lo políticamente correcto, tenemos el tabaco, las hamburguesas, los toros, los crucifijos, los belenes, los rótulos en español, los chiringuitos, las descargas de internet, los bollos… Los 120 km/h es la última prohibición de momento, pero no levantarán el pie del freno: a la vuelta de la esquina, la nueva ley de igualdad viene cargadita de vetos. Habría que analizar una a una estas prohibiciones, lo sé, porque no todas son iguales, pero una visión panorámica, aunque sea de bulto, muestra la tendencia general.
Si en lo que respecta a su propia memoria histórica tanta ilegalización debería abochornarles, desde un punto de vista electoral tendrían que echarse a temblar. Zapatero hizo ímprobos esfuerzos por pasar a la posteridad como el gran líder que expandía los derechos sociales como si fuesen de goma. Sin embargo, se va imponiendo su imagen de rígido y hosco prohibicionista.
Aquellas llamadas ampliaciones de derechos eran muy discutibles, pero en la práctica no afectaban directamente más que a una parte muy pequeña de la sociedad. En cambio, sus prohibiciones, aunque desde mi punto de vista tengan menos gravedad de fondo que alguno de sus experimentos de ingeniería social, son amplísimas y cotidianas, antipáticas.
Mi punto de vista, por tanto, importa poco. Julián Marías explica en sus memorias que la República perdió numerosas adhesiones cuando se persiguió a la gente por usar sombrero, que se consideraba una prenda reaccionaria. Bastantes republicanos de corazón empezaron entonces a sentirse francamente incómodos con un régimen político que no les permitía algo tan simple e íntimo como vestir a su gusto.
El efecto de este chaparrón de prohibiciones va a ser muy parecido. Cuando el PSOE vuelva a presentarse como el paladín de las libertades, vamos a ver muchas y mal disimuladas sonrisas escépticas. Y no hace falta ser sociólogo para saber de quién nos vamos a acordar los españoles de a pie, digo, de a utilitario, cuando nos empiecen a llegar las multas. No sé si Zapatero, en su caída, va conseguir respetar los nuevos límites de velocidad.
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