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QUÉ pena haber escrito ya mi artículo sobre Mariano Killer Rajoy, porque él sigue en sus trece, más mortífero que nunca. Cómo va desplazando la responsabilidad del próximo gobierno o de las terceras elecciones hacia sus rivales directos es todo un espectáculo de maquiavelismo pasivo. Tanto en Ciudadanos como en el PSOE se observan las primeras grietas importantes sobre la conveniencia de apoyar o no una investidura.
Todo parece indicar que, tras hacerle sufrir un poco, que nunca será mucho dada la horchata en sus venas, dejarán que Mariano gobierne en minoría. No quieren ir a unas nuevas elecciones, porque el Inmóvil ha impuesto el análisis de que en ellas él sacaría mayoría absoluta. Yo no lo veo tan claro, porque el resultado del 26-J se produjo gracias a una máxima movilización del voto afín al PP en buena medida por el miedo a un Podemos que venía crecido. Ahora, que va menguante y que el PSOE está desinflado, no daría por seguro ningún aumento de votos, ni tan siquiera que se mantuviesen los actuales, puesto que el nivel de pavor en los caladeros populares ha menguado.
Pero que yo lo vea así o asá no tiene importancia, porque todos parecen verlo asú, esto es, a su manera (de Rajoy). El PP sería el gran beneficiado de unas terceras elecciones. Por tanto, los partidos que tienen en su mano evitarlas lo harán por la cuenta que (creen que) les trae.
Con independencia de las profecías, el gobierno del PP en solitario parece la mejor opción para unos y otros. Ofrece ventajas palpables a los protagonistas. El PSOE seguiría siendo el líder de la oposición y Mariano Rajoy no tendría que compartir el poder ejecutivo ni hacerle hueco a Rivera, que es lo que más miedo le da. Las curvas vendrían en el legislativo, creándose un parlamento turbulento para tiempos revueltos, con más exigencias de control del déficit y en un contexto europeo y mundial bastante descompuesto.
No será, pues, una animación superficial o retórica. Allí tendrán que discutirse las leyes palmo a palmo, artículo a artículo, lo que nos dará momentos épicos. Si ese fuese, al final, el escenario, el movimiento estratégico de toda la legislatura sería el que estamos empezando a ver ahora. Todo consistiría en lograr que, ante la opinión pública, el rival aparezca como el responsable de la parálisis de cada instante. Un escenario inmejorable para un Rajoy que en las parálisis se mueve como pez en el agua.
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