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Desde que apuntó por el horizonte el debate por el pin parental, vi cómo la izquierda se iba metiendo a rienda suelta en la celada y que, cuando se percatase del engaño y quisiera dar la vuelta, no habría lugar. Celaá se encelaba.
El pin parental es tan de sentido común, siendo los padres los responsables de sus hijos, que, si se está contra él, lo más sagaz es no entrar a debatirlo. Dejar que cunda la especie de que es una frikada de Vox. Que los complejos del PP y de Cs te hagan el trabajo sucio. Basta, además, conocer algo la dinámica de los centros de enseñanza para saber que su aplicación será compleja y del todo parcial. Muchos padres no dan abasto trabajando para pagar impuestos, y no tendrán tiempo de usarlo. A los alumnos que no fuesen a las actividades vetadas les entraría la curiosidad morbosa y preguntarían a sus amiguitos. Además, el adoctrinamiento progresista se perpetra sobre todo fuera de las aulas: en las televisiones, en la música, en los anuncios, etc. También impregna muchos aspectos del currículo ordinario.
A pesar de todo eso, el Gobierno, tan cargado de razón que no razona, ha arremetido contra el pin. Pedro Sánchez (el guapo que se traga sin rechistar a Torra y las embajadas independentistas y los discursos de Bildu) se dispone a judicializar el asunto denunciando a Murcia. No es la única incoherencia. Dramática ésta que subraya en Twitter Marcial Cuquerella: "Entonces los hijos son tuyos para abortarlos, pero no son tuyos para educarlos". Y ojo a esta consecuencia que extrae Carles Malcontest: "Si se trata de tener hijos para correr con los gastos y los disgustos y entregarlos al Estado, la gente opta por no tenerlos".
Que contra el pin se pinchaban estaba claro, pero el Gobierno ha arremetido, porque el adoctrinamiento está en el ADN de la izquierda. Ahora ya se ha abierto el debate: ha sido cuando la encelada Celaá aseguró que los "hijos no pertenecen los padres", bum, y cuando Pablo Iglesias ha deducido con su tonillo pedademagogo que, al haberlos inscrito en el Registro Civil, los hemos donado al Estado, bum. Han dejado claro, pues, qué nos jugamos o, mejor dicho, a quiénes. Muchos padres que veían con indiferencia o alipori lo del pin de Vox han entendido que el pin, pan, pun del poder es su propia patria potestad. Todos han oído la trompeta que, con independencia de sus simpatías ideológicas, les convoca a defender a sus hijos.
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