La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
de todo un poco
ESTABA sobre una escalera, sosteniendo en precario una piñata, y vi, en las tiernas criaturitas abajo, peleando furiosas a rastras por su puñado de chucherías, a unos políticos en campaña electoral luchando por los votos o, más en general, al Capitalismo al desnudo. Es una imagen manida: la piñata como metáfora del sistema. Me queda el consuelo de que a los pobres niños los estamos entrenando para el mundo que se les viene encima.
Un amigo comentó desde Buenos Aires (la conversación no era a gritos transatlánticos, sino por internet) que allí las piñatas han sido sustituidas por equitativos paquetes socialistoides asépticamente repartidos en clónicas bolsas de plástico. Las mismas golosinas para todos, exactas. Él extrañaba sus desordenadas piñatas de puñados y liberalismo salvaje.
Y yo, como si estuviésemos en una piñata de la memoria, metí codos y no quise quedarme tampoco sin mi porción de nostalgia. En mis tiempos las piñatas se rompían a palo limpio. Mejor dicho, a palo ciego, porque se cegaba con un pañuelo al niño o a la niña festejada y se le ponía, en una escena goyesca, a destrozar la piñata guiándose por las instrucciones ansiosas de una chiquillería ensordecedora. Hoy se usan unas sedosas cintitas de colorines de las que todos tiran a la vez. Gesto socialdemócrata, sin duda. Lo que se gana en garantismos, se pierde en emociones. Seguro que el palo no era seguro. Los otros niños, si se ponían en la primera línea para llegar los primeros al festín, se exponían a un trancazo distraído. Si se ponían en segunda línea, se arriesgaban a quedarse sin nada. Qué inquietante mar de dudas, recuerdo.
No era inicuo, pero sí pedagógico, el palo. Porque hay que estar preparados, sí, para la rebatiña neoliberal, o, al menos, preavisados, y educados para dejar un hueco a otros o para dar algo al que cogió menos; pero es mejor aún saber que esta lucha no está exenta de peligros, que la codicia no sólo reporta ganancias, sino también algún probable golpe aleatorio.
No sé si tendré mucho éxito con mi mujer ni con las otras madres cuando en el próximo cumpleaños proponga blandir el palo reaccionario y ceñir el pañuelo tradicionalista: hoy por hoy, el conservadurismo es lo más utópico que hay. Pero valdrá, al menos, para que discutamos sobre lo blandita que está, entre igualitarismos, higienes sociales y seguridades, la educación. No todo va a ser hablar de la Champions.
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