Enrique / García-Máiquez

Podemos decir podemos

Su propio afán

26 de enero 2016 - 01:00

SE habrán fijado ustedes que cada vez que decimos que "podemos" (que podemos hacer esto o lo otro), dos o tres interlocutores saltan de sus asientos con ojos desorbitados suplicando: "Déjate de podemos, por favor", o si hay algún simpatizante morado se sonríe, como si nos hubiese pillado en una claudicación ideológica. Como cuando te haces un cortecito en un dedo y hasta entonces no te habías dado cuenta de lo mucho que lo usabas, no sabía yo que decía "podemos" tantísimo.

Y pienso seguir diciéndolo. Si llegan al poder, ya nos expropiarán lo que quieran, pero por ahora no estoy por la labor de que me quiten la primera persona del plural del verbo "poder". Por lo que a mí respecta, podemos decir podemos.

No se trata de una fijación con Iglesias. Me da rabia cualquier límite artificial al idioma que hablamos. Hay más ejemplos. El que dice que qué horror que se abuse de los "ques", y se queja en cuanto caen dos seguidos. Yo me quedo con Mario Quintana, que sostenía que los "ques" son las articulaciones del esqueleto del lenguaje. Otros no quieren que se usen los adverbios acabados en "-mente" porque suenan recurrentes. Pues habrá que usarlos con mucha mente para que suenen bien, pero no prohibirlos de antemano, preventivamente. Y otro rollo son los que se entretienen buscándole premios a las palabras según sus rimas, con lo que logran que uno, en lugar de estar concentrado en pensar lo que dice y en decir lo que piensa, vaya de brinco en brinco.

Ni con el PSOE ni con el PP hay problemas lingüísticos, pero los nuevos partidos tienen nombres que se entrecruzan con nuestro hablar cotidiano.

Ciudadanos es una palabra que, a mí, que soy más de pueblo que de urbe y que no tengo grandes simpatías por la revolución francesa, me deja un tanto frío; pero se ha cargado de electricidad política y parece que nadie puede mentarla sin darle un tono naranja. Pasó también con el "talante", palabra de la que se adueñó Zapatero. Y Rajoy lo ha intentado con "sensatez" y "seriedad", aunque sin mucho éxito.

Quizá sean efectos colaterales irremediables, por desgracia, y, por fortuna, pasajeros; pero yo soy muy mío y no me gusta que me birlen ni un rato ni una sola palabra de nuestro idioma. De hecho, me da mucha pena que algunas pasen de moda, como el adversativo "mas". Mas no me arredro y lo uso cuando puedo. Lo mismo con las demás palabras. Hay que usarlas como si nada, que podemos.

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