Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Su propio afán
No es el Lute; y la evasión del preso Juan Manuel Bonilla de los Juzgados de Puerto Real el miércoles no habrá erizado las noches de los niños como aquéllas en blanco y negro de entonces. Sin embargo, todavía hay un sabor a travesura, subrayada por la memoria viva del viejo juego infantil de policías y ladrones, tan excitante.
Lo viví, además, con una emoción particular, pues trabajo en un instituto casi colindante a los juzgados de Puerto Real. Los rumores entre alumnos y profesores los batía -crecían como la nata- el helicóptero de la policía con sus aspas. Estuvo haciendo pasadas rasantes de película toda la mañana. Los alumnos se preguntaban si el fugado no se presentaría en el IES camuflado de profesor suplente; los profesores temían que se confundiese entre los alumnos.
Dos emociones más, una de forma y otra de fondo. La primera, la velocidad con que afirma la policía que corría el preso, pese a ir esposado. A veces, habré dado la impresión de que desdeño el deporte, pero solamente me decepciona su falta de finalidad. En casos como éste, donde se encara un riesgo y uno se entrega vigorosamente a su instinto de libertad, admiro las hazañas físicas, tan inalcanzables para mí como, por lo visto, para los guardias civiles que corrían detrás del atleta. Y la de fondo: me emociona la defensa de Juan Manuel Bonilla que en las redes sociales han estado haciendo sus familiares y amigos, saliendo al paso de las alarmas que lo calificaban de peligroso. Igual que en un Estado de Derecho todo el mundo debe disponer de una defensa jurídica, en un estado ordenado de cosas todos deberíamos tener una familia que nos ampare en cualquier circunstancia. No quiero que se me malinterprete. Estoy con la policía y con la Guardia Civil, a las que debemos tanto, y me alegro mucho que la escapada haya acabado pronto y sin males mayores, con la entrega del prófugo. Simplemente ocurre que hay delitos repugnantes (demasiados ejemplos en las noticias de estos días) y otros, como el quebrantamiento de condena, que hay que perseguirlos, por supuesto, pero que nos recuerdan, de forma muy equivocada pero intensa, que, como decía don Quijote, "la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida".
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