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24 de septiembre de 1812
A propuesta del diputado por Extremadura Manuel María Martínez de Tejada, las Cortes Generales y Extraordinarias resolvieron que el 24 de septiembre de todos los años se vistiera de gala la Corte y se hicieran salvas de artillería, en memoria de su feliz instalación en la misma fecha de 1810, acontecida en la villa de la Real Isla de León. En consecuencia, así fue celebrado el segundo aniversario. Por la tarde, hubo en Cádiz una lucida función teatral con la interpretación de una sinfonía, la representación de la comedia en cuatro actos El buen juez no tiene patria, y la interpretación de diversas canciones por el dúo formado por la señora Morales y el señor Muñoz. Fueron tocadas marchas nacionales y se finalizó con el baile La Jardinera astuta.
De la lectura del Diario de Sesiones de las Cortes, y de las Actas de las Sesiones Secretas, correspondientes al 24 de septiembre de 1812, se infiere que el Congreso desarrolló su actividad aquella jornada en la más absoluta normalidad. Sin embargo, los acontecimientos transcurrieron por derroteros muy diferentes. Tal día, por ser jueves y estar destinado, con los domingos, a los trabajos de las Comisiones, la Asamblea no tendría que haber efectuado sesión pública; pero se llevó a cabo por deberse elegir Presidente, Vicepresidente y Secretario. Para el primer cargo, salió electo el diputado por La Habana Andrés Jáuregui por 68 votos; para el segundo, el diputado por la provincia de Cataluña Francisco Morrós por 60; y, para el tercero, el diputado por las islas de Tenerife y La Palma Santiago Key por 48. Luego, el nuevo Presidente levantó la sesión pública, no sin antes declarar que quedaba el Congreso en sesión secreta. El motivo aducido al respecto estaba relacionado con que, en la mañana del día siguiente, debería elegirse el quinto componente de la tercera Regencia. A renglón seguido, solicitó la palabra y pasó a la tribuna Ramón Feliú, para leer un escrito en el que propuso que se nombrara Regente a la Infanta Carlota Joaquina de Borbón, Princesa del Brasil y hermana mayor de Fernando VII, residente a la sazón en Río de Janeiro. El representante del Virreinato del Perú justificaba su iniciativa en los intentos que se habían efectuado en vano para pacificar la parte de América en la que existían movimientos secesionistas. Argumentaba que, al no haber sido admitida la mediación ofrecida por los británicos, el remedio más eficaz sería la integración en la Regencia de la primogénita de Carlos IV y María Luisa de Parma, quien debería pasar -sola o acompañada de algunos diputados- a la Nueva España para que se restableciera allí la paz y el orden. Y que, una vez llevada a cabo la misión, llegase a España para presidir el organismo que ostentaba el poder ejecutivo. Contra la proposición declamaron los diputados asturianos Agustín de Argüelles y el conde de Toreno, el diputado extremeño José María Calatrava, y otros; ya que las Cortes tenían acordado que no se admitiese secretamente, sino con el conocimiento de la nación, persona alguna Real en la Regencia del Reino. La actitud del Presidente de las Cortes, favorable a promover la discusión de la propuesta, generó un gran descontento, pues muchos diputados consideraron que la solicitud de Feliú estaba convenida de antemano y protegida por aquél. El alboroto que se formó en San Felipe Neri fue indescriptible. Argüelles llegó a salirse del Salón. Lo mismo intentó Toreno, que fue contenido por varios diputados. A grito pelado, el Presidente llamaba a Argüelles y a Toreno, mientras que otros diputados vociferaron contra él y contra Feliú, lanzándoles expresiones durísimas. En la tormentosa sesión, José Zorraquín, diputado por Madrid, se dirigió al Presidente diciéndole que era indigno de ocupar su silla; a lo que apostilló Toreno que se había sentado en ella por una intriga. Al escuchar esto, Jáuregui quiso abandonar su asiento. Muchos diputados le suplicaron que no lo hiciera. El Presidente dudó un momento y se detuvo, pero terminó por levantarse y abandonar el Congreso. El escándalo fue extraordinario, y los gritos tan generales que a nadie se oía. Entre chillidos, Feliú subió de nuevo a la tribuna y retiró su moción, con lo que se fueron calmando los ánimos. El Vicepresidente, que había ocupado la silla de la mesa, aprovechó el momento para levantar la sesión. En aquella bochornosa jornada, las Cortes corrieron el peligro de disolverse. Y, aunque el público no se halló presente, dado el carácter secreto de la sesión, lo ocurrido llegó a oídos de todos y fue el principal motivo de las conversaciones en Cádiz. Al día siguiente, resultó elegido quinto Regente Juan Pérez Villamil por 73 votos.
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