La esquina
José Aguilar
Por qué Sánchez demora su caída
COMO en aquellos famosos versos paralelísticos en su genial "Sonatina" (Prosas profanas, 1901) de ese grandísimo poeta nicaragüense, inventor del Modernismo hispano, Rubén Darío: La princesa no ríe, la princesa no siente/ quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, /está presa en sus oros, está presa en sus tules,/La princesa está triste, la princesa está pálida/ la princesa está pálida, la princesa está triste… así, sin nombrar a nadie, cualquiera lo o la podría identificar. Grandísimo poema, de versos alejandrinos que elevan a la tradicional estructura de la sextina convencional a la cumbre sublime de los rasgos característicos del Modernismo. Las rosas, lirios, jazmines, nelumbos y dalias, conforman un mundo floral que encajen como calificativos de esa triste princesa en aquel mundo en el que Darío nos quería trasladar. Sus referencias a lugares exóticos o sus alusiones mitológicas, hacen que el lector entre en ese universo preciosista y bello que le interesa al poeta. No obstante, mi acertadísimo lector, con estos magníficos versos -repito- no deseo señalar a nadie, aunque sin querer, muchos a su vez, podrían ser reconocidos. Porque triste está cualquier españolito de a pie, sea andaluz o sea de La Isla o de Chiclana, "agriñanados", "rubalcabeños", "chavistas", "ireneos" o "saucedos". Cualquiera en este país recortado está triste, está jodido o me cago en sus muertos, digo.
Aunque no todos están afligidos, hay princesas felices que como singulares paradojas son y serán dichosas, sobre todo en ese partido que nos mal gobierna unido a "gordillos" y "valderas". Así, en la vecina y hermana Chiclana, ya hay una princesa feliz por un solo voto y otra que lo será -si el rey León no lo remedia y la callada exsenadora lo permite- también en La Isla. Dichosas y felices sean, pero ya está. Aunque la princesa está triste, mi animado lector, y vuelvo a decir que no señalo, pero, no obstante, en el poema de referencia, también hay imágenes de animales que vuelan: pavos reales y libélulas, golondrina y mariposa, halcón y cisnes o hasta una hipsipila… que dejó la crisálida. Hipsipilo vestido de blanco, que inmaduro y caprichoso dice que está triste, como esa rubeniana princesa. O esa concejal toledana de Los Yébenes, que llamada Olvido, hizo alusión a su onomástica y olvidó lo que públicamente representaba. Triste y desconsolada, aunque con su libido ya liberada, está aguantando chaparrones de todas las marcas. España carpetovetónica de cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María…, como dijo el otro insigne poeta. Porque hablando de corridas, las de toros, pues la Fiesta sí está feliz. Los espectadores y aficionados están contentos porque sin pagar un duro ya se pueden ver los toros. O aquella dulce y radiante mirada de la princesa teutona que dirige a Rajoy, convirtiendo lo del desdichado rescate como boda feliz.
Y con la última estrofa de esta melancólica "sonatina", me despido de mi afanado lector hasta la próxima vez: -Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-;/ en caballo con alas hacia acá se encamina,/ en el cinto la espada y en la mano el azor,/ el feliz caballero que te adora sin verte,/ y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,/ a encenderte los labios con su beso de amor.
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