Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Rusófilos
En la mitad del camino de la vida -traduzcamos burdamente a Dante-, no quiero hacerme viejo. A todos nos ocurre: ¿lo que me parece una pamplina es porque lo es o porque ya he perdido el pulso de los tiempos o, lo que es peor, el pulso? Leo que Caperucita Roja sería considerado un cuento tóxico en baremos de la igualdad. Tampoco se va de rositas la necrofilia de La Bella Durmiente, por supuesto. Los cuentos primigenios, crudos como eran, tenían una misión fundamental: alertar de cómo era el mundo. Perrault advertía con su recopilación de Caperucita a las casaderas de los salones franceses que "cuanto más suave es la lengua, más fiero el diente". Cada cuento tiene su época, es cierto, pero no pierde, tampoco, su sentido. No sé qué sentido tienen la censura y el marcaje en general: mucho menos, en un caso como este, del que podemos encontrar versiones para todos los gustos. ¿Qué decir? Angela Carter, ruega por nosotros.
También te puede interesar
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Rusófilos
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
La orden del día
El pinsapar
Enrique Montiel
Puente de plata
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Cuñadismo
Lo último
Investigación y Tecnología
¿Qué ocurre en tu cuerpo cuando dejas de fumar?
Thomas Erikson | Experto en lenguaje corporal
Thomas Erikson: "Donald Trump es un narcisista de libro"