El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Su propio afán
LO tengo dicho, escrito y llorado: lo endiablado de analizar la política es que las reglas, los tiempos y las intenciones cambian según se desarrolla la partida. Es jugar al ajedrez con un tablero de plastilina tan maleable como los relojes de Dalí. Es probable que el propósito oculto de Pedro Sánchez al negociar con Albert Rivera fuese, como apuntaba gente más informada y lista que yo, un macguffin, esto es, una voluta argumental que le permitiera ganar tiempo y cargarse de razón para un acuerdo final con Podemos, confluyendo con las abstenciones nacionalistas. Única suma, si se demoniza al PP, que tiene la llave de La Moncloa. Los últimos movimientos de Sánchez parecen resabios de una querencia en ese sentido. Y los de Iglesias.
El problema, a estas alturas, es la plastilina. Aquel pacto con C's (quizá en su origen una maniobra distractiva) ha resultado un éxito para el PSOE, y tanto la opinión pública como la publicada lo han aplaudido a rabiar. Internamente consiguió aplacar o, mejor dicho, placar a un Comité Federal socialista que no estaba para bromas. Y ha sido más o menos votado por la militancia. A lo que hay que sumar que la dureza de Pablo Iglesias en el debate levantó muchas ampollas. Y, por último, ¿cómo olvidar la fidelidad al pacto de Ciudadanos, tanto en su defensa pública como en sus tácticas de negociación, que lo ha revestido de un indiscutible halo moral?
En consecuencia, si el PSOE rompiese ahora el acuerdo, tendría que pagar los pactos rotos. Por seguir con la metáfora cinematográfica, estamos ante el caso, muy corriente, de que el público de una serie o de una película se engancha a un personaje secundario o se interesa en un macguffin y los guionistas tienen que modificar a toda prisa el final o preparar una secuela o, más técnicamente, un spin-off, que es una película nueva que convierte en personaje principal a un secundario de la cinta original. Todo sugiere que la suerte de Pedro Sánchez, a sabiendas o a volandas, se ha fundido a la de Ciudadanos.
Pacta sunt servanda, los pactos están para cumplirse, se dice en Derecho y en latín. En una traducción macarrónica, que es la que le pega ahora a Sánchez, podría decirse que los pactos te convierten en sus siervos. En estos momentos, él parece sentirse constreñido por el acuerdo con Rivera, que no le deja explorar mucho a la izquierda ni en las periferias, pero es lo que le ha sobrevenido.
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