Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
de poco un todo
SÉ que los lectores prefieren los artículos en los que hablo de mi hija, de mi mujer o incluso de mi suegra. Por la calle me los celebran mucho más que aquellos en los que discurrí sobre Esquerra Republicana de Cataluña, como es lógico. Los artículos familiares gozan de una amplísima transversalidad, que diría un pedagogo. Buenos amigos (y pienso en una combativa amiga en concreto) que son capaces de molestarse (lo que no deja de ser un elogio) por un comentario ideológico, se unen a mis más acérrimos correligionarios para animarme a escribir de cosas íntimas y entrañables, que es donde doy, me aseguran, mi mejor nota.
Yo estoy bastante de acuerdo. ¿Entonces por qué sigo hablando de Esquerra Republicana de Cataluña?, se preguntarán ustedes, ¿por puro masoquismo? No, no, aunque sea un tema tan desagradable. Lo hago por varios motivos entre los que destaca especialmente la defensa de lo íntimo y entrañable. Y en dos aspectos: en lo sustancial y en lo literario.
No hay compartimentos estancos, de modo que para mantener el ámbito de lo familiar a salvo hace falta dar muchas batallas en el campo de lo público. Por poner sólo un ejemplo obvio. La crisis económica, con las bajadas de sueldo y las subidas de impuestos, están estrechando un cerco sobre la paz y la libertad de las familias, cada vez más ahogadas y, por tanto, más incómodas y menos seguras. No podemos pasar de la política ni despreciarla, porque allí se juegan muchas cosas muchísimo más importantes que la política, aunque uno tiene la sospecha de que los políticos ni lo sospechan. Habrá, por tanto, que ir explicándoselo.
Y literariamente: si yo dos veces en semana escribiese casi tres mil caracteres sobre el carácter de mi hija, terminarían ustedes, aunque es deliciosa, cansándose un poco con toda la razón del mundo. Hay algo de inconsciente estrategia de marketing en ir soltando con cuentagotas los artículos familiares, de modo que sean la excepción. "Todo lo cotidiano es mucho y feo", avisó don Francisco de Quevedo, que también hablaba lo suyo de política. Siguiendo su consejo, trato de hacer de lo cotidiano algo extraordinario, en el día a día también, pero de una manera literal en mis columnas.
Dispongo, por tanto, los artículos políticos como pesado telón de fondo de esos otros que preferimos. Unamuno lo llamaba "la intrahistoria", pero lo familiar, lo íntimo, lo trascendente o lo estético resaltan luminosos sobre el trasfondo oscuro de la política y la economía. Funciona como técnica literaria de contraste, creo, pero también como imagen bastante exacta de lo que son nuestras vidas. A todos nos importa mucho más lo nuestro privado, pero lo vivimos sobre ese escenario de lo público y común. El vaivén de un ámbito a otro, que trato de recoger en estas páginas, es inevitable.
O sea, que el miércoles que viene hablaré de Esquerra Republicana de Cataluña, lo siento.
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