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En épocas, como la presente, en que nos sentimos limitados, reprimidos, coartados, por ineludibles imposiciones externas, los deseos de vivir otra vida distinta se extreman. Es la reacción previsible. Se quisiera ser otro, vivir en otra época, en otra geografía, conocer otros mundos, sentir de manera diferente. Es decir, escapar de lo existente e inmediato y experimentar con posibilidades lejanas y soñadas. Pero escapar, huir del muro de piedra de la realidad, no parece alcanzable. Sin embargo, se han inventado cosas para superar físicamente esas situaciones: unos simulacros que reparan los daños psíquicos que causa la represión. Y cuya invención es tan antigua como las civilizaciones. Es más, podría pensarse que, con el recurso a tal dispositivo, se iniciaron nuestras mejores civilizaciones. Se trata de la conversión del ser humano en un "animal fabulador," en fabricante de historias capaces, al principio, de entretener y después, al ir refinando sus técnicas, primero orales, luego escritas, también de convencer al que escucha o lee, que aquello que él dice puede ser tan creíble como aquello que ve y vive. Ese logro primordial -el del relato inventado- no por repetido y conocido debe ser olvidado. En estas mismas páginas se recuerda, como un rito, cada año, esta invención del relato, porque brinda homenaje a una de las tablas de salvación que han rescatado tantos náufragos de la vida. Los libros de ficción permiten liberar nuestro imaginario encarcelado, y gracias al efectismo técnico de un fabulador -lo que llamamos un autor- disfrutar con lo improbable, lo imposible y lo fantástico. Esta es la única terapia: leer porque así es posible escapar a un triste confinamiento como el presente. Creerse, por unos días, ante las páginas de un libro, ser Edipo, la Celestina, Don Juan, Fausto, Ana Karennina, supone sentir sus conflictos, escapar a la jaula de cualquier virus. Y ese salto a vivir otra vida solo la permiten los libros, las invenciones literarias, siempre que los autores lo hayan hecho bien. ¿Por qué conformarse con una sola vida dentro del caparazón de una identidad repetitiva y cotidiana, sin apenas escapatoria, si tantas vidas nuevas y distintas aguardan en los libros? Todo está en los libros, en efecto, es la gran tentación. De momento, la lectura puede ayudar a burlar las limitaciones momentáneas de estos confinamientos, pero quizás así se aprenda cuánto se esconde tras la operación de leer.
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