José De Mier Guerra /

Todavía la jaca está viva

11 de diciembre 2011 - 01:00

El vocablo jaca además de ser una palabra polisémica parece que ha ido adquiriendo contradictorios matices a lo largo de los tiempos.

Muchos tenemos este término asociado a aquel pasodoble, tal vez el mas tarareado de la canción andaluza, que estrenó Estrellita Castro en 1933: "Mi jaca galopa y corta el viento cuando pasa por El Puerto caminito de Jerez….". Es decir, lo consideramos un término femenino y una de sus acepciones en el diccionario de la R.A.E. es precisamente la de yegua, hembra del caballo. Además el diccionario contiene otro significado, éste masculino: caballo cuya alzada no llega a metro y medio. No obstante en el mundo del caballo, al menos en Andalucía, una jaca es un caballo castrado y normalmente domado a la vaquera, muy útil para las labores de campo en el cortijo. Así que no podemos saber con certeza cuál era la jaca a la que se refería Ramón Perelló, gran poeta de la copla andaluza que le dio letra al pasodoble "la jaca".

Cuando se utiliza esta palabra en la frase "todavía la jaca está viva" no se refiere a ningún cuadrúpedo sino a un gallo inglés, a un gallo de pelea. El diccionario español también recoge el significado de "gallo ingles de pelea al que se dejan crecer los espolones" y en el mundo gallístico este nombre se le da a un gallo inglés de mas de cuatro años.

Ambrosio Martínez, el alcalde de Chiclana que hospedó en su casa al capitán francés Antoine L. Apollinaire Fée durante la ocupación francesa de 1810 y 1811, utilizaba esta expresión cuando el capitán farmacéutico intentaba demostrar que al estar todas las ciudades españolas dominadas por las tropas de Napoleón, salvo Cádiz, resultaba inútil continuar con aquella guerra fratricida y desigual.

Muchas eran las ocasiones en las que el hospedero, a la fuerza, y el francés hospedado hablaban, incluso discutían, de la situación en que se encontraba aquella desigual contienda y muchos fueron los momentos trágicos en que uno y otro defendían con ardor criterios tan antagónicos. Ambrosio Muñoz como muchos españoles había sido en otro tiempo partidario de los franceses y de Napoleón, incluso lo llegaron a considerar en algún momento como un libertador. Los españoles estaban hartos de una corte disoluta y vieron muy bien la abdicación de Carlos IV, así como su partida exiliado a Francia. Todas las esperanzas estaban puestas en Fernando VII y Napoleón. Cuando conocieron las verdaderas intenciones del francés para con España los sentimientos de simpatía fueron reemplazados por el odio más intenso hacia todo lo que pudiera parecer proveniente del otro lado de los Pirineos.

La expresión sobre la jaca era fruto de una anécdota que le contaba Ambrosio al francés que se produjo durante una pelea de gallos. Fée la describe en su libro con todo detalle: se encontraba la pelea en una situación muy crítica para el gallo de un ciudadano español, la jaca lejos de atacar huía y el gallero lejos de rechazar las apuestas, las aceptaba todas, hasta el punto de arriesgarse a la ruina; su campeón, sangrante y debilitado parecía estar cercano a la muerte y los espectadores le incitaban a suspender el combate y a retirar el pobre gallo, antes de que le llegara el golpe de muerte. El jugador, testarudo, ante estos requerimientos siempre contestaba lacónicamente: "Todavía la jaca no está muerta". De pronto, para gran sorpresa de todos los espectadores, el gallo moribundo se reanimó, se lanzó con furia sobre su adversario, lo dejó rígido a sus pies, de un certero y furioso picotazo y, sobre el cuerpo vencido, cantó su triunfo.

Le argumentaba el alcalde al francés que ésta sería la historia de los acontecimientos que estaban ocurriendo con la ocupación de los gabachos.

Nosotros, decía, somos el gallo perseguido, sangrante y desgarrado y ustedes, señores franceses, el gallo victorioso. Nos veis mutilados y nos creéis vencidos, pero cuidado: Todavía la jaca está viva.

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