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TARDÁ no tardó. A cuenta de la presunta sentencia del Tribunal Constitucional que anulará la prohibición de los toros en Cataluña, según filtró La Vanguardia, Tardá soltó raudo su boutade preventiva sobre las corridas: No volverán a Cataluña, dijo, "a no ser que vengan con la Legión". Ni siquiera considerando la frase como una muestra de ingenio epigramático, que es mucho considerar, se podría decir que Tardá anduvo rápido, aunque se adelantase a la publicación de la sentencia. Ya dijo lo mismo hace muchos años. O Tardá tardamudea o demuestra una chocante fijación con los legionarios.
Puede ser, desde luego, un caso de asociación inconsciente: la fiesta nacional con la Legión, toros y cabras. Lo que demostraría, como sospechamos, que los nacionalistas son los últimos españoles que todavía se mueven en los terrenos del tópico, la charanga y la pandereta, sin faltarle por ello ni a los toros ni al Tercio, que conste.
Eso es anecdótico. Lo grave es que no respetan ni entienden otra cosa que la fuerza (aunque sea inconscientemente). Es lo que la Legión representa para ellos. Las sentencias del Constitucional no valen por sí, como vienen demostrando, ni tampoco la policía o la Delegación del Gobierno o los jueces. La única posibilidad que tiene el Estado de Derecho en Cataluña, según dicen y practican, es la Legión. Por supuesto, nuestras Fuerzas Armadas están sometidas al imperio de la ley y objetivamente no se las puede situar fuera del ordenamiento, pero en la cosmovisión soberanista, que es lo que hay que tratar de entender, significan la pura coacción y es lo único, por lo visto, que sería capaz de imponer el cumplimiento de una sentencia del Constitucional. Si pensamos en Forcadell, en el Parlament, en Mas y en más retos pendientes y más graves, no es para echarlo a broma.
Entristece que Tardá no haya incluido en su salvedad a la Benemérita, como debería, y a la Policía Nacional, por lo menos, y al Ministerio Fiscal; pero me alegro de que haya abierto el pico porque, con una frase tan chulesca y tan poco reposada (a pesar de los años que lleva repitiéndola), nos ofrece un diagnóstico más que orientativo del estado de salud de nuestro Estado de Derecho. Qué poca finura jurídica la de nuestros nacionalistas. Son incapaces de entender el sistema gracias al cual cobran, gozan de aforamientos y privilegios, y defienden en libertad sus ideas o lo que demonios sean.
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