Enrique / García / Máiquez /

'Troppo vero'

Su propio afán

22 de agosto 2015 - 01:00

LLEVO dos días aplaudiendo el exquisito gusto de Manuela Carmena por veranear en Zahara y por recolectar flores del Pancratium Maritimum, que resulta que no están ni protegidas, pero, por más que la ovaciono, algunos se empeñan en entender que me meto con la alcaldesa. Debe de ser mi fama (ganada a pulso, lo reconozco) de reaccionario; aunque también podría leerse al revés y que esa fama hiciese más comprensible mi entusiasmo por un veraneo distinguido, gaditano, floral y lírico.

En todas partes cuecen habas e igual -en sentido contrario- le está pasando a Tsipras, tan criticado ahora por la derecha y los liberales cuando tendrían que aplaudirle con las orejas. El hombre quiere cumplir con la Unión Europea y, como prometió todo lo contrario en las elecciones y en el referéndum, necesita legitimar su cambio de rumbo. ¿Qué más pueden pedir? Acepta el rescate, la austeridad, la troika y al FMI, y con el pundonor democrático de buscar el respaldo popular, encima.

Lo interesante es entender su perseverancia y su apego al poder. Varoufakis se salió (sería por la moto) a la primera curva. Éste va montado en una montaña rusa, pidiendo más marcha. Si fuese sólo un poco más lento, los críticos de su partido habrían tenido tiempo de hacerle la cama. De hecho, ya le han montado un nuevo grupo, llamado Unidad Popular, pero van a rebufo, a contrarreloj y, sobre todo, a contracorriente.

Ahí es donde Tsipras, tan posibilista, ha demostrado más perspicacia. Tras el susto del corralito, los mismos que le votaron a él y al "no" que les pedía en el referéndum comprenden que su volantazo de realismo es responsable e imprescindible. Todas las proyecciones dicen que ganará las elecciones. Y así laminará la oposición interna de Syriza, podrá apoyarse en los grupos parlamentarios más estables y encarará las reformas con fuerzas renovadas. Estos siete meses de desmentidos, metamorfosis y minotauros tras las esquinas han sido un laberinto, sí, pero parece que Tsipras enfila la salida, que le dejará con las manos más libres. Y más poderosas.

Maquiavelo sonreiría satisfecho. No creo que lo haga Pablo Iglesias, mirándose en este cuadro como de Dorian Grey. Tras tanto asimilarse a Tsipras, se sentirá retratado en sus ansias y estrategias con demasiado realismo, en todos los sentidos. "Troppo vero!", musitará tal vez, como aquel Inocencio X tras verse tan inquietantemente visto por Velázquez.

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