
Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Los males del mal
LÍNEA DE FONDO
LA familia de Verdasco, ese veinteañero que tiene un tomahawk en el brazo izquierdo, regenta un establecimiento muy célebre en Madrid por su cocido. Se llama La Bola, se encuentra cerca del Senado y lo conozco bien porque se encontraba justo enfrente de mi colegio. Cuando yo salía del colegio olía a cocido, un aroma verdulero infantil de esos que están en la memoria pero en ningún sitio más. En La Bola comían obreros con el mono azul salpicados de yeso. El cocido era el mejor de Madrid y costaba cuatro perras. No sé qué pasó después para la gran transformación. La Bola sigue siendo ese restaurante que hace esquina frente a mi colegio, que ya no existe, pero no entran los obreros. Quizá porque ya no hay obreros. Fui a comer allí hace no mucho. Era un lugar chipén. Fue divertido ver a gente conocida de la farándula (de la política y de la otra) dando cuenta de los garbanzos con un Protos en la mesa y no el vino de la casa de los tiempos proletarios de La Bola. Aunque el cocido estaba delicioso y bien servido, no tenía el aroma que yo recordaba de los días de invierno cuando salía de la mano de mamá con mi babi azul. Verdasco es hijo de esa transformación. Por esa vecindad debería sentir cierta complicidad con el tenista y estar orgulloso de su gran hazaña en Australia, o por haber ganado a aquel pobre argentino en la Davis. Pero no, no me gusta Verdasco. Verdasco es un redomado pijo, como toda la nueva clientela que frecuenta La Bola. Le leí en una entrevista que lo primero que hizo tras ganar un torneo fue comprarse un Lamborghini. Lo que no hace el cocido, lo hace el tenis. La siguiente pregunta era sobre la crisis. "Yo no estoy notando la crisis". Ya lo sé, chaval, sé que tú no notas la crisis, pero no lo digas, aunque sólo sea por respeto a todos los currantes que comiendo cocido en el restaurante de tu familia te permitieron dar clases de tenis. Porque ellos lo pagaron. Soy de Nadal, abiertamente. En una entrevista dijo: "Mi trabajo es bastante estúpido. Consiste en pasar una pelota por encima de una red".
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