
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Víctimas
Quousque tandem
Escribía Churchill una pequeña fabulita, allá por 1928, en la que los diversos animales del zoo se reunían para llegar a un acuerdo que les permitiera a todos vivir en paz. Abría la sesión el rinoceronte señalando el uso de los colmillos como una costumbre bárbara y alabando los cuernos como un apéndice meramente defensivo y, por tanto, admisible. Búfalos, ciervos y demás astados alabaron esa propuesta que leones y tigres, apoyados por todos los canes y felinos rechazaron, argumentando que colmillos y garras eran armas honorables de antigüedad inmemorial. Entonces, el oso se levantó y habló: propuso que se prohibieran cuernos, garras y colmillos, amén de picos y coces y que todos los animales cerraran sus diferencias con un fuerte abrazo fraternal… El abrazo del oso…
Creer en la paz y en la convivencia pacífica es loable. Trabajar por ella, necesario. Establecer las condiciones para que sea posible ha sido uno de los principios fundamentales de las democracias liberales; el respeto a la vida humana y a todos sus derechos inherentes, a las libertades individuales y al estado de derecho. Así como a las fronteras de los vecinos. Los viejos ministerios de la Guerra tornaron en departamentos de Defensa y los ancestrales impulsos expansionistas cambiaron los pendones por las cartas de embarque y las flotas de guerra por los convoyes comerciales. Pero pretender que el mundo real es como una historia de Disney, lleno de luz y de color, donde siempre triunfa la paz y el amor y los bellacos son castigados por exigencia del guion, refleja una profunda inocencia, una esférica sandez o un desatado cinismo. Y si el cínico es un malvado que busca beneficiarse de la inocencia de la mayoría, el estúpido es aún más peligroso porque no sólo se perjudica a sí mismo, sino que consigue arrastrar a todos al desastre.
Europa necesita rearmarse porque ha perdido el apoyo estadounidense y debe defender su democracia para garantizar la libertad de sus ciudadanos. No hacerlo sería tan irresponsable como dejar nuestra casa abierta porque nadie debería robar lo que no es suyo y el hecho de instalar una alarma sería una ofensa a aquellos envidiosos que pudiendo ser ladrones potenciales se sentirían ofendidos. Pensar que hay que buscar la paz cantando Imagine cogiditos de las manos es darle la razón al oso y aceptar su abrazo que no va a ser, precisamente, como el de los simpáticos Yogui y Bubu de nuestra infancia.
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