Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Universidades
Hace 40 años, mientras se reunían los mejores cerebros sobre planificación urbana de la Bahía para señalar que el futuro de la movilidad pasaba por el transporte público, el equipo de gobierno de Carlos Díaz empezaba a poner en marcha aparcamientos subterráneos, primero el del Campo del Sur, luego el de San Antonio, que no se paró ni porque se encontraran restos romanos, Cortadura y más. De ahí pasamos al furor automovilístico de Teófila Martínez, que siguió la estela anterior con aparcamientos en todos lados: Glorieta, Residencia, Santa Bárbara, Tenis, Bar Stop, La Laguna, Telegrafía, Estadio, Zona Franca. El franquismo había convertido el coche en la vaca sagrada de la prosperidad, era el símbolo del estatus , sobre todo masculino: coches grandes, todoterrenos para ir por la ciudad, varios vehículos por familia. Si Carranza había impulsado un puente, Carlos Díaz proyectó uno que Teófila impulsó. Así se pasó de un 20% de movilidad en transporte público a un 10%, y bajando. El 75% del espacio público gaditano está destinado al coche privado, el ciudadano se ha visto recluido a la condición de peatón. De hecho el PP había proyectado aparcamientos en la plaza de la Reina, bajo la plaza de Abastos, en la plaza de la Catedral, en la carretera industrial... Ahora nos hablan de aparcamiento bajo el parque de la muralla o bajo el que debería ir donde estuvo el Cementerio. Si todo el tiempo y dinero que se ha dedicado al fomento del vehículo privado se hubiera empleado en ampliar y mejorar la red de transporte público, otro gallo nos cantaría. Nos cabe el consuelo de que es así en toda España, donde el coche es el rey, sólo los tiesos usan los Cercanías y los autobuses, la gente del taco va en sus impresionantes vehículos para que veamos cómo la clase media aspiracional sube en el escalafón social. El que haya visto las imágenes de la desgracia de la DANA en Valencia habrá podido ver las montañas de vehículos en calles, recodos y túneles, donde todavía no se sabe los cadáveres que se pueden encontrar. Se pueden leer historias de gente que murió porque fue al aparcamiento a sacar su coche y la riada les pilló. Comprendo que los políticos no han estado a la altura, que no hubo avisos de lo que se venía hasta que ya estaba encima, que entre el gobierno de la comunidad y el de España no ha habido coordinación, pero no se puede dejar de pensar que para muchos el coche debe ser más importante que la vida. Presumir de coche, hablar de coches, enseñar el coche, es el ejemplo de una sociedad desquiciada. Mientras muchos elogian a los voluntarios, lo que es digno de destacar, me quedo con la importancia de los servicios públicos. Eso sí es lo que salva al pueblo.
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