Tamara García
Sordera
Crónicas levantiscas
Fue Felipe González quien lo llamó así. Hoy me falta en esta mano, en la misma mano del Palace, la que levantó en señal de victoria, ese “singular personaje” que se llama Alfonso Guerra. Fue en octubre de 2022, en Sevilla, Pedro Sánchez había invitado a Felipe a celebrar la primera victoria electoral del PSOE y el actual presidente del Gobierno ignoró a uno de los actores –en sentido literal del término– de aquella mayoría absoluta. A pesar de que González lo intentó y de que Sánchez rectificó, no hubo modo de que Guerra se olvidase de la afrenta y se sumase a la fiesta de Fibes.
La entrevista que Luis Sánchez-Moliní le hace hoy a Alfonso Guerra viene cargada de simbolismos. El ex vicepresidente del Gobierno es el comisario de la exposición sobre los hermanos Machado que mañana inaugura Felipe VI en Sevilla, las dos Españas machadianas abrazadas en este rito de reconocimiento y reconciliación, cartel con el Rey y el Guerra. Como explica a Sánchez-Moliní, Antonio y Manuel nunca estuvieron enfrentados en lo personal, aunque ambos cayeron en bandos distintos de la Guerra Civil.
Joaquín Pérez Azaustre ha contado en su reciente novela El querido hermano cómo la suerte del propio Manuel pudo haber sido la contraria al ser detenido en Burgos. Al conocer la muerte de Antonio en Colliure, Manuel viajó al pueblecito francés donde descubrió que su madre también había muerto. Estuvo dos días sin salir del cementerio.
Guerra es en sí un personaje machadiano, tiene algo de Antonio y de Manuel, el intelectual sensible que se emociona con unos versos y el número dos del PSOE que no dejaba que nadie se moviese, el Savoranola y el hermano de Juan, el comisario de una exposición y el comisario del partido. En La memoria recuperada, María Antonia Iglesias entrevista a todos los notables que protagonizaron las victorias y la caída de Felipe González, y casi todos los testimonios coinciden en los hechos fundamentales, menos el de Alfonso Guerra, señalado por varios de ellos como un personaje tan eficaz como autoritario, responsable del descabalgamiento de José Rodríguez de la Borbolla como presidente de la Junta.
Guerra y Borbolla se reconciliaron hace unos años, como Guerra y Felipe, guerristas y renovadores, todos unidos ahora en un frente senatorial contra el nuevo César del socialismo español. Amando de Miguel ya había llamado César a Felipe mucho antes de que se acusase de cesarismo a Sánchez, antes de que se implantasen las primarias, guerras de otros tiempos, Manuel y Antonio, los Machado.
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