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El domingo leí con gran atención la entrevista que Luis Sánchez-Moliní hizo a Alfonso Guerra con motivo de la exposición en la Real Academia de Sevilla sobre los hermanos Machado. Guerra no sabe que durante muchos años he tenido en el cajón de mi mesa el borrador de una novela sobre Antonio y Manuel, sobre su inexistente enfrentamiento, sobre sus vidas paralelas. No la pude terminar, yo mismo me metí en honduras insondables y quería una obra total. Fui ambicioso, demasiado. Sin embargo seguí adquiriendo materiales, nuevas investigaciones, obras completas. Como la maravillosa edición de Renacimiento de la obra de Manuel. Yo, la verdad, empecé con don Antonio en el bachillerato, leyéndome una y otra vez el librito de Austral. Luego me zambullí en las Prosas, descubrí el Juan de Mairena. De Manuel sólo algunos poemas. Y el salvoconducto de ser el hermano de don Antonio. La edición de Losada me la trajo mi librero de “extranji” y se la pagué “en cómodos plazos”. Es una edición maravillosa, creo que no superada por alguna posterior. Busqué ensayos, tesis doctorales, todo lo que se hacía o había hecho sobre los hermanos del patio de Sevilla donde maduraba el limonero. Con la idea de continuar mi Alma de nardo, el famoso verso que se completa con “del árabe español”. No creo que pueda completar el ambicioso proyecto originario. Vinieron otros temas, otras aspiraciones, otros trabajos. Tenía miedo de dedicar otros cinco años a la novela de Manuel Machado, o más, como dediqué a Mal de piedra, mi primera novela. Finalmente ha seguido estando medio perdida en mi casa y algunos muy contados amigos que la conocían siempre me la recordaban y me la pedían. Sé que me creen y no suelo hablar de cosas así pero el trabajo magnífico de Luis Sánchez-Moliní ha sido mucho más que la magdalena de Proust, y también las respuestas de Alfonso Guerra a las preguntas del entrevistador. La exposición de la Real Academia sevillana va a completar otro de los huecos de nuestra triste historia, la historia de España que acaba mal, como profetizó Jaime Gil de Biedma. Por lo pronto su amor pudo con todas las distancias y todos los pensamientos, y el largo camino de Manuel Machado a Colliure, donde habían muerto su madre y su hermano, y su vuelta a Burgos en medio de la terrible guerra civil, arrasado por el dolor, serían las páginas más difíciles de escribir de un libro -Alma de nardo- que estuvo en mi cabeza tantos años. Alfonso Guerra lo ha logrado, ha exhumado una historia real de la imagen de la carne viva de España, la que todavía sangra.
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