El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Su propio afán
NO voy a escribir sobre la entrevista de Bertín a Mariano Rajoy. Se me ha pasado el arroz o, mejor dicho, no se me han abierto a tiempo las almejas al vapor y se me han comido la tostada comentaristas más veloces. Pero que no se nos pase re-reírnos de un gag extraordinario que me recordó a un viejo chiste de escritores. Aquél de ése que se encuentra por la calle con un escritor consagrado y éste empieza a hablarle de sus premios, de los homenajes que tiene que recibir, qué remedio, de sus éxitos de crítica, de sus conferencias y compromisos. Al cabo de tres cuartos de hora le dice al joven y aturdido interlocutor: "Pero ya está bien de hablar de mí, ahora cuéntame de ti, cuéntame: ¿Qué te ha parecido mi último libro?". No me digan que Mariano no reinterpretó ese mismo chiste, ¡clavado!, cuando, puesto en el brete de preguntar al fin algo a su entrevistador, le suelta: "¿Te parezco tan aburrido como dicen algunos, eh?" Cuando Bertín contesta que qué va, que es divertidísimo, Rajoy concede: "Has estado bien".
Con tanto afán por humanizar a los candidatos, estamos trivializando la política. Mucho humanizar, pero poco humanismo. Vamos de la intimidad a la inanidad. Mal está que Rivera e Iglesias hablen de Kant sin haberlo leído o citándolo fatal, pero que el presidente del Gobierno vaya del futbol al futbolín y vuelta sin parar en ninguna reflexión de peso es un signo inquietante.
¡Y tan inquietante!, como que es un signo de los tiempos. Del que los políticos no tienen toda la culpa. La enseñanza se "gamifica" [sic] y, tras ella, todo se convierte en juego. Da más votos ver a Mariano cortando una empanada, a Pablo Iglesias con su guitarra, a Soraya marcándose un dance, que una audaz reflexión política o histórica o social. La democracia, que era el gobierno del pueblo, está convirtiéndose en el gobierno de las sentimentalidades, ni siquiera en el del sentido común. Manuela Carmena, que ha roto en anglófila, podría ofrecernos un análisis de la situación, y titularlo Sense and Sensibility.
Yo no me siento con fuerzas para criticarlo, ni me conviene. Lo primero, porque no quiero posar como un estirado que prefiere que le hablen de Nicolás Gómez Dávila (aunque sí). Y lo segundo, porque me viene bien. El futbolín y el bridge dan juego -como se ve- para estos artículos de campaña, ligeros y guasones, también un poco inanes, al menos por fuera. (Por dentro, preocupados).
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