04 de marzo 2025 - 03:04

Si fuera, como debería, un fino analista de la actualidad política internacional utilizaría vocablos y términos contrastados para definirla, buscaría aunque difícilmente encontraría explicaciones para su deriva actual, sobre todo la que viene de las principales potencias mundiales, y concretamente las que antiguamente se llamaban líderes del Este y del Oeste, enfrentados por el dominio geoestratégico, concepto que simplemente quiere decir dinero. Pero, como no soy ese politólogo ni el experto en relaciones internacionales que a lo mejor ustedes esperaban, resumo mi análisis en una palabra del román paladino: asco.

Al menos antes se enfrentaban dos superpoderosos, y se enseñaban los dientes y los misiles el uno al otro. Entonces, todavía cabía la ilusión de que cada uno estuviera peleando por sus ideales de sociedad, fuera el capitalismo (EE UU y sus aliados) o el comunismo (Rusia y los suyos), pero ahora resulta que unen sus fuerzas, que ya son enormes cada una de ellas, contra los débiles, y sin más ideología que los negocios.

Siento pues una arcada irrestible al contemplar atónito la bronca inmisericorde y chulesca que el presidente y el vicepresidente estadounidenses, armados de todo su arsenal de poder y en la seguridad de su casa, lanzaron sobre un presidente ucraniano cercado, sin mucha capacidad de reacción, y que se suponía era su invitado. El aliado bueno es Putin y el malo que debe penar sus culpas es Zelenski, casualmente el más débil.

Así y por lo mismo, me produce un enorme asco el vídeo difundido y patrocinado por Donald Trump en el que aparecen él y su socio Elon Musk tumbados al sol en el súper resort que ya están diseñando para la ruina que es Gaza, con la colaboración importantísima y sangrienta del tercer socio en esta partida, Benjamín Netanyahu, un trío de ricos jugando al Monopoly terrorífico con seres humanos indefensos y abandonados por todos, tan desgraciados que no tienen más defensores que los desalmados y odiosos terroristas de Hamás.

Es difícil contener la fatiga (en el sentido gaditano de náuseas) ante la realidad que es hoy el gobierno del país que no hace mucho se definía como el guardián de Occidente y, no olvidemos, tiene importantes contingentes militares aquí mismo, en la costa de nuestra Bahía. Su presidente ha decidido quitarse la careta de aliado para ponerse, definitivamente, la de emperador.

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