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Según la leyenda, el ave Fénix se consumía por el fuego y luego resurgía de sus cenizas, cada 500 años. Es símbolo de la inmortalidad. Eso sería en Egipto, porque en Cádiz ni se ha consumido por el fuego y solo hace 38 años (11 de mayo de 1979) que voló los 50 metros que hay desde lo más alto del edificio que construyó la compañía de seguros, La Unión y el Fénix Español, en los terrenos ganados al mar, en el muelle de Cádiz, hasta la marquesina de la parada del autobús. El suceso lo refiere "Cádiz Directo" y no me resigno a esperar 12 años más para que cumpla los 50 y entonces pueda ser incluido en este Diario, en la sección de mi amigo José María Otero de "hace 50 años". Comprenderá Chotin que aunque tengo mucha confianza en la Divina Providencia que, con 82 años que cumpliré en agosto (Dm) 12 años puedan ser demasiada espera para comentar la noticia.
Desde el año 1962, en que me casé, había vivido en la planta 9ª del edificio de la Unión y el Fénix. Entonces solo algunas oficinas en las primeras plantas, como la de la propia compañía de seguros, regida por Pepe García, y el Lloyd, pero ningún vecino. Luego irían llegando el arquitecto Javier Navascues, el inspector de buques García Doncel y el médico Enrique Alcina y allí sentimos, sobre todo los vecinos de la planta alta, los temblores de tierra que se produjeron en los años 70.
El día del "pajarazo", por usar el término de los cazadores, aunque ya no vivía allí, si que tenía en esa planta 9ª mi despacho profesional y me acuerdo perfectamente que cuando volvía de almorzar encontré al ave Fénix desplomada sobre la marquesina del autobús, con sus 1.300 Kg de peso. Milagrosamente, aunque había 12 personas dentro del autobús ninguna resultó herida, amortiguado el terrible impacto por la marquesina de la parada y el techo del autobús. Dejo para los matemáticos el cálculo del impacto de 1.300 Kg desde una altura de 50 metros. Un año y un par de meses se tardó en reponerlo.
Este edificio, con el contiguo del Trocadero, que cortan la vista desde los antiguos cafés del puerto, hasta el muelle, dio lugar a una nueva calle que se llamó y se sigue llamando Lázaro Dou. El trozo de calle desde el edificio hasta la verja del muelle se tituló Avda. Generalísimo Franco, aunque muchos la llamábamos Avda. del Puerto, que luego se oficializaría. Por eso los cafés del puerto, pasaron a ser el Lucero y el Dólar y "La Bella Sirena" dejó de ver el mar.
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