Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Libre Directo
NO estoy muy seguro de que Fernando fuera un pez. O tal vez lo era y fingía muy bien. Lo que sí puedo asegurar es que respiraba por branquias, afirmación basada en su disciplinado afecto por las humedades marinas.
No es preciso traer de nuevo el manoseado dato biográfico de su regreso a Cádiz desde el Madrid sequerón y arisco que le prometía una brillante carrera de literato laureado. No, era por su capacidad para mimetizarse en las pozas del islote de Sancti Petri, por su socarrona sonrisa de lisa de estero y por su corona de mojarritas caleteras vestido de senador de la antigua Gades. Y porque cuando anunció su casamiento con Nadia en Venecia -otro lugar bastante acuático- uno del muelle puso cara de disgusto y le amplió su gesto de desagrado con un:
- "¡Digo, en Venecia, con las camas encharcás!"
Pero además de presunto pez, Fernando Quiñones era un gran escritor. Y también un tipo incómodo para el poder y un testigo poco complaciente de su tiempo. Y -sí, otra vez- un gran escritor.
Así que hoy, me acordé de él e imaginé qué opinaría de la ovina y beatona vida pública de su ciudad, de su lacio conformismo trimilenario. De la muerte de un emblemático drago por abandono. Si bien no se sabe si el emblema de Cádiz es el drago o el abandono. Y del penoso debate posterior, en el que acaso Cultura proponga sustituir el drago muerto por uno de plástico, que queda moderniqui, aunque el Ayuntamiento al final pondrá una palmera, que es un árbol muy lucrativo. Fernando erizaría la aleta dorsal y se le secarían las escamas. Y se le irritarían las branquias ante un Cádiz de asesores encorbatados, de pelotas con carnet de Primera Especial, de parientillos, de trepachepas. No sé qué diría, quien jamás se dejó dar ni una sola placa, en esta ciudad de autohomenajes casposos, de pergaminos, protocolo, croqueteos y desfiles. Un lugar cada vez más en el que adquiere verdadera consistencia el luctuoso dicho de que en Cádiz hay que morir.
Él ya me lo advirtió: "No te juntes con los que creen que la cultura es un ministerio".
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