Envío
Rafael Sánchez Saus
¿Réquiem por Muface?
La quinta columna
Britta, como otros lectores de mi columna, "Urge otra Ley Electoral", muestran su conformidad, pero surge la pregunta: ¿Eso como se hace? Teniendo en cuenta que a los partidos mayoritarios no les interesa y no lo van a hacer. Estamos estancados en una situación de desconfianza en los políticos, generalizando los casos de corrupción y mal gobierno, esto no tiene salida - añade. A mi compañero de tertulia radiofónica, miembro del 15M, se lo decía, fuera de antena, y ahora se lo digo a Britta: Para mí, la única manera pacífica de lograr esos cambios que la ciudadanía reclama es la "revolución". La reacción inmediata de mis interlocutores es: Yo soy pacifista, no quiero la violencia. Y la revolución también - les aclaro. El problema es conseguir el número crítico de participantes. No se consigue nada, solo el rechazo de la ciudadanía, con 500 manifestantes quemando contenedores. Ni mil dispersos movimientos ciudadanos con una frenética actividad en las redes sociales. La revolución que yo viví, en la Checoslovaquia de 1989, comenzó con una muy numerosa concentración pacífica en la plaza de San Wenceslao promovida por estudiantes, gritando slogans por un cambio de sistema, agotado el férreo sistema comunista hacía ya un tiempo, y a la vista de lo que estaba pasando en Alemania del Este, Polonia y la Rumania de Ceauçescu. La concentración era diaria, a tiempo fijado, y a la semana se unieron los obreros del cinturón industrial de Praga, teniendo que trasladase al parque Letná de mayor capacidad. Un millón de personas en manifestación pacífica diaria, gritando y oyendo a su líder, Václav Havel, a quien tuvieron que empujar a asumir un liderato que no quería, logró el milagro. El número crítico para una población de 15 millones, fue de un millón, pero se empezó con menos.
El número inicial tiene que ser alto, pongamos la mitad del crítico, para que sume adhesiones rápidamente. El líder se fabrica sobre la marcha, de entre personas de prestigio, que siempre las hay, que se sumen a la revolución.
Pero es muy importante que sea pacífica, la violencia solo atrae a los violentos y no son buenos compañeros de viaje. He ahí la receta.
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