El bucle y el hastío

Alto y claro

30 de enero 2025 - 03:04

Quién nos los iba a decir hace cincuenta años, cuando una dictadura casposa estaba en sus últimos estertores gracias a la flebitis de un dictador que apenas podía controlar el temblor de sus manos para firmar las últimas sentencias de muerte. Entonces todo eran incógnitas y el fantasma del enfrentamiento civil convivía con las esperanzas de un tiempo nuevo. Que España es hoy una sociedad madura, pendiente de las cosas que de verdad importan, como la salud de sus mayores o la educación de sus hijos, lo demuestra la indiferencia atronadora con la que asiste al espectáculo diario de la política. El país funciona a pesar de sus políticos. O, mejor dicho, funciona al margen de ellos. Los hospitales y los colegios abren sus puertas y las pensiones se pagan porque existen miles de funcionarios y trabajadores que hacen su labor y se aíslan del ruido y la confusión que llega desde arriba

Sólo una sociedad fortalecida es capaz de funcionar como un reloj en medio de unos gobernantes dedicados a peleas fútiles, insultos constantes y pérdidas de tiempo clamorosas. Echemos un vistazo, sin ir más lejos, a lo que ha pasado esta semana con el famoso decreto de las pensiones, las tarifas del transporte y las ayudas a los damnificados de Valencia. Hemos asistido a un pulso absurdo a tres bandas en el que al final ha ganado, una vez más, un delincuente huido al extranjero que hace alarde de mandar en España cada vez que le da la gana. Aunque lo que pase en España, y él no se cansa de decirlo, le importa un pito. Como pardillos han quedado en este juego estúpido un presidente del Gobierno atado de pies y manos y sometido a un chantaje permanente y el jefe de una oposición desnortada que lo mismo quiere meter en la cárcel al fugado que chantajea a Pedro Sánchez que hace manitas con él a ver si suena la flauta de una moción de censura.

Pero todo esto parece que le importa poco a la mayoría de los españoles, que siguen a sus cosas y que miran desde la distancia y con hastío como se mercadea con sus derechos y su calidad de vida. Pero que aguantan porque saben que no va a llegar la sangre al río y que la rueda de la normalidad seguirá girando.

Cada vez es más grande la distancia entre la España real y la oficial de unos políticos metidos en un bucle del que son incapaces de escapar. Por incapacidad manifiesta, desde luego, pero también porque saben que día a día se hacen invisibles.

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