Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
De todo un poco
RECONOZCAMOS mi error. A la derecha del PP no había nada, o sea, que no hay derecha. Aquellas grandes manifestaciones de los años Zapatero -por la vida, por la familia, por la libertad de educación o contra la tibieza antiterrorista- se han disuelto como un azucarillo al tocar poder Rajoy... que no ha cambiado una coma de esas leyes y políticas. En teoría una derecha sin complejos con cierto respaldo, aunque minoritario, hubiese redondeado el hemiciclo, cojo social e ideológicamente. Y siendo una derecha de corte tradicional e iusnaturalista o liberal-conservador, habría cerrado el paso a las sombras totalitarias o neofascistas que asoman tras los Pirineos. En cualquier caso, esa derecha clásica, o no existe o no ha comparecido ni siquiera un poquito. Por suerte para mi condición de columnista, se piensa mejor, tal y como explica Compagnon en Los antimodernos, desde el desengaño. La soledad multiplica la libertad y, estando fuera, se ve completo el bosque.
Y el bosque, tal y como ha quedado, mete miedo. Nuestro hemiciclo ideológico está radicalmente girado sobre la izquierda, ya sean las izquierdas de ámbito nacional o las de ardor nacionalista. Trazando una divisoria, el centro del espectro político vendría a coincidir con... ¡el PSOE! El fenómeno Pablo Iglesias, que no sabemos si tendrá alguna trayectoria política, tiene ya una trascendencia social de impresión. Iglesias puede ser un producto virtual de la telebasura, pero sus votantes son un hecho analógico innegable.
En el resto de Europa ha pasado algo parecido. Los partidos ultra de allí no tienen nada que ver con la derecha clásica que aquí no existe, pero sí mucho (compárense propuestas económicas o morales) con esta pletórica ultra izquierda nuestra. Lo cual nos aboca a la extrapolación de la Gran Coalición alemana que vaticinaba Felipe González: populares y socialdemócratas de la mano. Al fin y al cabo, sus diferencias son mínimas, y tienen enfrente una difusa y variopinta -pero compacta- amenaza antisistema. Se avecina, pues, un cambio de paradigma político global. Más que entre derechas e izquierdas democráticas, el debate va a estar entre partidos institucionales decadentes y movimientos disgregadores. Así, el PSOE en su próximo congreso tendrá que definir sobre todo con quién se alinea. Vivimos tiempos interesantes, sin duda; lo que es -como enseña la ancestral sabiduría china- una maldición.
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