Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Calle Ancha
La Real Federación Española de Caza ha convocado mañana, domingo 15 de abril, a todos los cazadores españoles para que tomen parte en las concentraciones que tendrán lugar en 50 ciudades españolas (entre ellas, Cádiz) en defensa de la caza. La Federación se ha reunido con distintos partidos políticos y les piden que demuestren su compromiso real con la actividad cinegética, asistiendo a la manifestación y acompañando a los cazadores. Es un adelanto de la concentración que se celebrará en Valencia, para toda España, el 20 de mayo.
Como soy cazador y este año cumpliré 50 de actividad cinegética, suscribo el lema del título y conmigo muchos españoles, que pese a los ataques que recibe la caza, no son precisamente una minoría. Hay 850.000 licencias de caza, lo que nos sitúa como los segundos de Europa, después de Francia y eso que para obtenerla se necesita de permiso de arma, de caza, seguro y examen psicotécnico, para sumar al costo del arma, la munición y el coto. Antes de la crisis, las licencias superaban el millón. Esa estadística no deja en buen lugar a mi admirado José María Pemán, que cuando por un temporal de levante un buitre se posó en el monumento a las Cortes de la Plaza de España, escribió que en Cádiz, ciudad rabiosamente urbana, había, no obstante, como excepción, un señor que tenía un rifle y que se ocupó de abatirlo. Como nuestro ilustre vate no era cazador ignoraba que en nuestra ciudad sí que había afición a la cacería y ahí estaban para demostrarlo la peña de cazadores, en la calle San Francisco y las tiradas a tórtolas en La Laguna, donde hoy está el Estadio.
Ortega y Gasset tiene escrito un extenso prólogo al libro de caza de un amigo; él, que decía que era "tan incruento y apenas cazador", dejó escrito que la caza es la ocupación venturosa más apreciada por el hombre. A la caza le ha perjudicado mucho el Bambi de Walt Disney, con sus grandes ojos llorosos, pero que yo sepa, nunca le disparó un cazador. Hay gente que nos llama asesinos y me gustaría saber si los que así nos llaman no se alimentan con ningún tipo de animal, porque para comérselo es necesaria la previa muerte de aquel.
P. D. No pretendo ocultar que del segundo buitre que se abatió en Cádiz yo fui el autor, pero mientras que el del primero, según escribe Pemán, lo ascendieron a "héroe de la ciudad urbanísima", a mí el gobernador civil me sentó en el banquillo. Y eso que el mío, de punta a punta de las alas, medía más que el del héroe.
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