Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Su propio afán
NOS quejamos de que el fútbol se contamine de política, pero, si fuese un juego puro, sin connotaciones extradeportivas, no lo veríamos. Lo pensé mientras sacrificaba dos horas de mi vida por culpa de la final de la Copa del Rey. Queda muy elegante decir que todo lo que no sea fútbol tendría que quedarse fuera del estadio, pero, ceteris paribus, el vóleibol, la vela ligera, el rugby y el ajedrez resultan más logrados estéticamente.
Presumen otros, mientras tanto, de que el Barça es más que un club. No es ningún hecho diferencial, porque lo son todos. Jorge Bustos ha recordado el discurso revolucionario del Cholo, los de abajo contra los de arriba, o la tecnocracia del Real Madrid. El fútbol arrastra un conglomerado de pasiones locales, sociales, políticas, periodísticas y culturales, en una especie de espiral vertiginosa, propia de cualquier espectáculo de éxito. Como despierta mucho interés, se vuelcan allí otros asuntos, que, a su vez, le multiplican el atractivo. Véase con la literatura y con el periodismo literario, que han encontrado en el fútbol un pretexto perfecto para hacer sus gorgoritos gongorinos, dicho sea con el mayor respeto y solidaridad barroca. El escritor ha de buscarse, para sus metáforas, unos referentes que sean lo más compartidos posibles; además de una masa predispuesta de lectores, si es capaz. Y el valor simbólico de cualquier cosa crece con su éxito de público. Y su capacidad de contagio emocional.
Así que la próxima vez que intenten colarle el pase por el interior de que el fútbol debería preocuparse sólo del fútbol, levante el banderín de fuera de juego. Pretenden regatear su sentido crítico. El juicio moral y la dimensión política también están en el campo. Y en las gradas, que son el jugador número doce, como se dice. Y fuera. Ha detectado Juan Claudio de Ramón que "los que quieren que su equipo sea más que un club, harán de su país un mero equipo de fútbol". El camino de ida es el camino de vuelta y no sólo se politiza el fútbol, sino que se futboliza la política, con el sentido de pertenencia a un partido que recuerda al del hincha de un equipo, con las mismas ansias de victoria sobre el rival, y con derbis (entre las izquierdas), con clásicos (entre el PP y el PSOE) y con la Champion League de la política europea. Esta futbolización de todo, con la frivolidad y la exacerbación que implica, tendría que preocuparnos mucho más.
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