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NO es nostalgia de la mujer, "mia, mia, con la pata quebrada y en casa". Debe ser un recordatorio de la lucha y el progreso femenino por la igualdad. El cobijado es el traje típico de Vejer y Tarifa. Reminiscencia mora o castellana, la mujer se tapaba por costumbre, por comodidad, por imperativo del hombre y hasta por el levante. Y a decir de un viajante gaditano, que por aquellos años vino por aquí, "era un pueblo lleno de monjas".
Al cabo del tiempo se usa como traje típico. Y alguno o alguna, al olor del problema del burka o del hijab, decía que "cómo consentíamos por aquí semejante atavismo, que era como volver a la época de Abderramán III". Y no tiene nada que ver. Pregúntesele a cualquier tarifeña o vejeriega si aguantaría que su novio, marido o padre le obligara a taparse la carita. Ni por mandato paterno, ni divino, ¡buenas son ellas! Y con razón, pues tanto el burka como el velo obligatorios son inhumanos, crueles e indignos, lo diga un imán o Mahoma. Que por cierto no lo dijo nunca. Y ni España ni Europa entera debe consentir a estas alturas que se degrade a la mujer con semejante tapujas.
Lo que había que hacer, ya lo dicen los imanes moderados españoles, que las mezquitas y sus escuelas coránicas no dependan económicamente de los fundamentalistas de allá o de más para allá. El Estado, a pesar de la aconfesionalidad, debe invertir en ello, que es cultura y lucha por la igualdad del hombre y la mujer, amén de evitar otros problemas. En el mundo hay que luchar contra el hambre y también contra todo tipo de esclavitud, se vista como se vista.
Es tan incesante el incremento de la población musulmana en nuestros pueblos y ciudades, que deja de ser un problema baladí y no se puede despachar con los argumentos de que hay que respetar las costumbres y que su uso es un estandarte religioso. Porque si es estandarte islámico, que vayan también los hombres con turbantes y chilabas. Todo lo cual nada tiene que ver con el cobijado. Es historia, embrujo, sueño, fantasía y hasta un poema. Y como prueba de todo ello, las cobijadas en las Fiestas Patronales suben al estrado, "se destapan" y descarada y orgullosamente miran al público.
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