El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
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La esquina
Parece un caso de justicia antipoética. Como una venganza en diferido, servida con la frialdad más lacerante. Pedro Pacheco, el popularísimo ex alcalde de Jerez, salió absuelto de su juicio por haber dicho que la Justicia es un cachondeo, y muchos años después es como si el aparato judicial y penitenciario se hubiera propuesto hacerle pagar con creces su desatinada expresión de entonces. Me resisto a creer que hay una relación -voluntaria- de causa a efecto entre ambas circunstancias.
El asunto es que Pacheco está condenado a nueve años de prisión por su participación en los casos Asesores, Casa del Rocío y Estación de Autobuses, y que hasta esta semana no ha conseguido que la Audiencia de Cádiz e Instituciones Penitenciarias le concedan su primer permiso penitenciario, cuando ha cumplido ya casi tres años en Puerto 3, casi la mitad de la pena que se le impuso por el primero de estos casos. Disfruta de tres días de libertad para reunirse con su familia y conocer, a los 68 años, a su primer nieto. Como si fuera un peligroso criminal.
Quien se autotitulaba El Enorme en sus días de vino y rosas -y jactancia de poder-había sufrido la pena de prisión por el caso Asesores: colocó como presuntos empleados púbicos del Ayuntamiento jerezano a dos militantes de su Partido Andaluz de Progreso (una minúscula escisión del pequeño Partido Andalucista), que cobraban de las arcas municipales sin trabajar para la Corporación municipal. Una irregularidad grave, pero no distinta de la que se perpetraba, y se perpetra, en numerosos organismos públicos regentados por todos los partidos. Pregunto: ¿cuántos militantes de partido figuran en las nóminas de, por ejemplo, las diputaciones provinciales, sin dar un palo al agua en estas corporaciones, y trabajando de hecho para el partido que los contrata ficticiamente y los remunera con el dinero de todos? ¿Cuántos alcaldes perdedores de elecciones han sido recogidos en las diputaciones en cargos para los que no tienen cualificación?
Pacheco, que fue siempre un outsider al fin y al cabo, quedó excluido de la complicidad de los otros políticos sobre sus asesores enchufados. Encima, le tratan con saña, sin tener en cuenta su edad, arraigo, buena conducta y alejamiento de lo público. Para él no vale la rehabilitación, sólo refulge el carácter punitivo de la condena. A ver si va a ser verdad que la Justicia es un cachondeo...
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