La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
El catamarán
RETIRADA. Eso es lo que en ocasiones parece ordenar el sonido de las cornetas en la provincia. La venta de numerosas propiedades del Ministerio de Defensa -dentro del Plan de Racionalización del Patrimonio Inmobiliario de la Administración General del Estado- ha hecho saltar las alarmas en muchos municipios, que temen que se produzca una desbandada militar.
Porque resulta que ahora casi todo el mundo -hay excepciones- quiere a los militares al descubrir, a la vejez, que alrededor de ellos se genera mucha riqueza y empleo.
Cuando la economía iba bien y atábamos los perros con longaniza, los militares (Ejército, Armada, Aire...) eran unos apestados en muchas ciudades españolas, una rémora, una herencia del pasado que molestaba y hasta afeaba la imagen de falsa modernidad de sus gobernantes.
Ahora, con una crisis galopante, pocos quieren perder el dinero (mucho o poco) que dejan. Sin ir más lejos, la Armada es, con más de 11.000 personas a su cargo, la principal empleadora de la provincia desde hace mucho tiempo. Siglos. Ese número de militares genera indirectamente a su alrededor otro aún mayor de personas que dependen de ellos. No en vano la mayor parte del capítulo de personal del presupuesto de Defensa tiene como destino la provincia de Cádiz.
Recordaba hace unos días el alcalde de San Fernando y presidente de la Diputación, José Loaiza (militar en excedencia) que hace unos años en la población estaban deseando que se fuesen los marinos para no se sabe muy bien qué, "pero ahora, cuando ven a un soldado marchándose por el Puente Zuazo, ya está todo el mundo protestando".
Qué decir de Rota, objetivo de numerosas marchas contra su base naval de uso conjunto hispano-estadounidense a lo largo de los últimos años. Por cierto, marchas con cada vez menos manifestantes. ¿Cuántos asistirían hoy a una marcha en defensa de la permanencia de la Base Naval?
El acuerdo para el mantenimiento en los astilleros de Navantia de cuatro de los buques de la US Navy que llegarán a los muelles de la base a partir de 2014 por el escudo antimisiles no sólo no se ha visto como una acción imperialista, sino como una especie de tabla de salvación para la castigada industria naval de la Bahía. A ver quién es el guapo que hoy, en plena crisis, invoca a las cuestiones ideológicas tan recurrentes años atrás. La industria militar, que al fin y al cabo seguirá existiendo, por lo menos que se quede aquí, piensan muchos.
Es, guste o no, otra de las consecuencias del momento en que vivimos. Resulta fácil ejercer el antimilitarismo cuando los bolsillos y la nevera están llenos. Y no olvidemos que las Fuerzas Armadas son, sólo por detrás de Policía y Guardia Civil, el estamento mejor valorado hoy por los ciudadanos.
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