Enrique / García Máiquez

Lo crudo ylo cocido

De poco un todo

21 de diciembre 2008 - 01:00

EN mi último artículo renunciaba a investigar en plan detective las segundas intenciones de nuestros políticos. Por tanto, me niego ahora a aventurar ninguna hipótesis que trate de aclarar los móviles por los que este Gobierno socialista, obrero y todo eso, ha decidido emplearse a fondo a favor de la Banca y sus propietarios como hace Bush en América. He ahí un misterio digno de Hercules Poirot o, quizá, de James Bond o, mejor aún, del Padre Brown, habida cuenta de sus raras implicaciones morales.

Los banqueros se lo van a llevar crudo; esto -sea cuál sea el móvil- es un hecho. Además de los miles de millones que el Estado les ofrece para que no pasen necesidad, tapen los agujeros de su mala gestión y puedan seguir ganando miles de millones, además, les han bajado de sopetón y de tapadillo (a ellos y a sus familiares hasta el tercer grado) la tributación de las rentas del capital obtenidas en la inversión en sus propias entidades del 43% al 18%. Ea. Esos chollos no les tocan a los empobrecidos empresarios, ni a los medianos ni a los diminutos. Sólo a los banqueros. Mi relación con ellos es muy distante y se ha atenido siempre a la máxima de Jules Renard: "No es necesario despreciar al rico: basta con no envidiarle". Se sabe que, por debajo de muchas luchas de clases y de tantos discursos igualitaristas, repta a menudo la víbora bífida de la envidia. Claro que tampoco es necesario despreciar al envidioso, ni muchísimo menos: basta con entenderle. Yo me puedo permitir mi elegante benevolencia porque he tenido siempre lo necesario (y algo más), gracias a Dios y al trabajo de mis padres, y ahora al mío y al de mi mujer, que nos matamos. Y el que tiene lo necesario no tiene de sobra, pero sí le sobra. Hay un precioso refrán catalán, que dice: "Qui tingui més que sopi dos cops", que traducido al castellano es: "Quien tenga más que cene dos veces". Se usa para después del postre, cuando uno, aunque de moderada economía, ha comido suficientemente bien, y reflexiona: ¿para qué querría yo más, si no me cabe?

Tal vez por eso a lo que van a hacer los banqueros (con las bendiciones del partido socialista y obrero) se le llama "llevárselo crudo". Porque para comer no lo quieren, ni falta que les hace. Nosotros, mientras tengamos para el cocido, miraremos a los que se lo llevan crudo y a los que se lo sirven en bandeja de plata con una leve curiosidad y con cierta sorna escéptica, muy del pueblo llano. Lo malo será cuando empecemos a ver que los banqueros se lo siguen llevando y a los demás el cocido nos escasea. No sería muy extraño que la indiferencia de la gente se fuese convirtiendo en un vivo interés por saber los motivos de tantas atenciones con quien menos las necesita. Los políticos empezarán entonces a tenerlo crudo. Tendrán que responder del cocido que se traen entre manos, y a ver qué sale de esa cocina.

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